2x1: casi imposible

4
Rodolfo Cardenal
12/06/2025

Dos escuelas remodeladas por día no es un buen tema para relanzar la marca Bukele en el mercado de las redes sociales. La promesa de recuperar aceleradamente la infraestructura escolar es de 2021. Desde entonces forma parte del repertorio del discurso oficial. La repetición es obligada, dado el reiterado incumplimiento. Pero la reiteración no la hace más creíble. El tema es espinoso. Más allá de confiar o no en la promesa, la meta ha resultado ser demasiado grande para las posibilidades de Bukele. La reducción de tres a dos escuelas por día no es suficiente.

No es una cuestión ideológica ni política, sino de posibilidades reales. Los datos oficiales, como dice el mismo Bukele, son irrebatibles. Por tanto, tampoco es una cuestión opinable ni de interpretación. La web oficial registra 28 centros escolares intervenidos. En tres, las obras están concluidas. En la mayoría (25), están “en ejecución”. En seis de ellos, el avance es superior a la mitad. La intervención en catorce de esos centros fue anunciada en 2023 y 2024. En algunos de los veinticinco centros con obras “en ejecución”, los trabajos comenzaron hace un año. En seis se omite el avance y en trece no supera la mitad. En uno de San Miguel, la intervención comenzó hace un año y solo ha avanzado el 20 por ciento. Los trabajos caminan lentamente.

La necesidad de ratificar su interés en la educación nacional hizo que Bukele alegara que no ha cerrado centros escolares, al menos 67, sino que los ha “unificado”; y que exagerara su compromiso con la Universidad de El Salvador (UES). Poco tardó esta es precisar sus afirmaciones. Desde 2021, no ha aumentado sustancialmente el presupuesto de la UES; el incremento al que el mandatario se refirió fue un refuerzo para la educación en línea durante la pandemia, en 2020-2021. No entregó doce edificios nuevos, sino siete y sin transferir la propiedad. De los veinticinco que prometió intervenir, solo dieciséis experimentaron algunas mejoras. La ligereza mostrada en el manejo de los datos puede deberse a que Bukele no está bien informado o que no les presta mucha atención. Sea lo que sea, corre el riesgo de ser desautorizado.

El incumplimiento de la promesa de poner a punto los centros escolares no es un descuido aislado. La ejecución de la inversión pública adolece del mismo mal; el año pasado no llegó a la mitad de lo presupuestado. La de educación es aún menor. Otro dato relevante es el uso de los fondos públicos. El país creció bastante menos que el promedio centroamericano, a pesar de disponer de más dinero que sus vecinos. Solo creció el 2.6 por ciento, mientras que los demás superaron el 3 por ciento. Sin embargo, la recaudación fue superior al promedio centroamericano. Esto significa que dispuso de más dinero, proveniente de los impuestos y de la deuda, superior al promedio regional, pese a lo cual creció menos que el resto. Es decir, no usó inteligentemente esos recursos, que gastó en salarios y servicios, en lugar de impulsar el crecimiento económico.

El aumento del gasto público disparó la inflación y el encarecimiento de la vida hizo al país menos atractivo para la inversión directa, que ya, de hecho, lo evita. La pobreza ha retrocedido no por la redistribución de la riqueza nacional, sino por las remesas, las cuales también contribuyen a que el dólar circule. Aun cuando debe mucho a los sacrificios de la diáspora, Bukele no la ha defendido de la criminalización y la persecución de Washington.

Los pocos datos disponibles no respaldan las pretensiones de Bukele. Si los hubiera más favorables, seguramente serían del dominio público. Esa es una razón poderosa para ocultar la información. La rendición de cuentas objetiva y veraz es perjudicial para la credibilidad de Bukele. Aparentemente, al menos por ahora, es mejor esconder, negar y olvidar.

De todas maneras, el estado de abandono de la infraestructura escolar es entendible. El mismo Bukele reconoció públicamente que no había podido cumplir su promesa porque “pensamos que las escuelas estaban en otra situación” y resultó “más difícil de lo que nosotros esperábamos”. Lo que no es comprensible es cómo prometió a ciegas y sin saber a qué se estaba comprometiendo. Después de seis años en el poder es ilógico culpar a un pasado cada vez más lejano.

Asimismo, es difícil adivinar qué quiso decir el 1 de junio al anunciar que lo que está “a punto de construir solo es posible gracias a lo que hemos logrado en estos años”. Ciertamente, en educación y en las otras áreas sociales no se observa mucha construcción, lo cual deja al futuro flotando en una nebulosa. Eso sí, dijo bien cuando agregó que eso “solo será posible con la misma fe”. Solo que fe solo se puede tener en el Dios de Jesucristo. Lo demás es idolatría.

 

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero. 

Lo más visitado
0