Al borde del precipicio

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Editorial UCA
23/04/2021

El 19 de abril, la Organización Meteorológica Mundial, una instancia de la ONU, presentó el Informe anual sobre el estado global del clima 2020. En esa ocasión, el secretario general de Naciones Unidas afirmó que el mundo está “al borde de un precipicio”. Aunque esa afirmación pueda parecer exagerada, la evidencia científica demuestra que la humanidad está destruyendo la vida en el planeta. Según el documento, ni la pandemia de covid-19 detuvo el aumento de los gases de efecto invernadero, uno de los principales agentes del deterioro ambiental. Se lee en el informe que 2020 fue un año de “condiciones meteorológicas extremas y perturbaciones climáticas provocadas por el cambio climático generado por la acción del ser humano”. Por ello, conmemorar el Día Mundial de la Tierra publicando tiernos mensajes de gratitud para la “madre naturaleza” y fotos de exuberantes paisajes es más bien trágico y absurdo. Lo que corresponde es tomar medidas concretas, realistas, viables para revertir la destrucción de la casa común, habitada por todos los seres vivos.

El futuro de las nuevas generaciones está hipotecado y lo estará más si nuestra especie sigue pensando que puede crecer indefinidamente, como si los bienes naturales fueran infinitos. En el caso de nuestro país, la situación ya está desbordada. El Salvador es el segundo país más deteriorado ambientalmente en el continente americano, el segundo más deforestado y el único de la región, según el Tribunal Latinoamericano del Agua, que está cerca de no tener agua suficiente, en calidad y cantidad, para toda su población. Esta situación se hace más crítica al constatar que el Informe de desarrollo humano para América Latina y el Caribe ubica a El Salvador como el tercer país más desigual en el acceso al agua potable. Según datos del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el 90% de los ríos está contaminados y solo el 10% contiene agua que puede ser potabilizada por métodos convencionales.

Por otra parte, entre 1949 y 2009, nuestro país perdió tres metros de playa cada año y podría perder hasta 3.50 anualmente si no se para la destrucción de los manglares y su ecosistema. Esto se conjuga con el hecho de que el nivel del mar en la cosa salvadoreña ha crecido hasta 55 centímetros, especialmente en las áreas de manglar. El cambio climático, provocado especialmente por la acción del ser humano, tiene muchos efectos dañinos en el hábitat nacional. Los dos más evidentes son el aumento de la temperatura y la merma de las lluvias. En el país, en las últimas seis décadas, la temperatura anual promedio ha aumentado 1.3° centígrados y puede llegar a aumentar hasta 2° más si no se cambia el rumbo. En la otra arista, el 70% de las estaciones del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales registran un decrecimiento en las lluvias. A raíz de esto, la aridez y la infertilidad del suelo son la norma en algunas zonas del país, en especial en la oriental.

Estamos al borde del precipicio. Creer que el progreso llegará otorgando a mansalva permisos de construcción en zonas verdes es no haber entendido nada. Permitir la urbanización de gran parte de la zona de recarga hídrica de Valle El Ángel, en el norte de San Salvador, es un atentado contra la vida de las comunidades cercanas y de toda la región. No aprobar una ley general de aguas es no darse cuenta de la gravedad de la situación. Las autoridades, la empresa privada y toda la población deben entender de una vez que ningún proyecto político o económico tendrá viabilidad en el país si no se garantiza la viabilidad de nuestro medioambiente.

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