Políticas para la diversidad familiar

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Editorial UCA
14/05/2019

La familia es considerada universalmente como la unidad básica de la sociedad, pues juega un rol esencial en la educación de niños y niñas, desde su nacimiento hasta alcanzar la edad adulta; en ella se forma la persona en los principales aspectos de la vida. En una familia sana, la persona crece con la protección y el cuidado requeridos para su desarrollo, adquiriendo las bases para en el futuro poder ser alguien íntegro y volcado a lo social. En la familia se aprende a asumir responsabilidades y a contribuir al bienestar de los demás miembros del grupo; se aprenden hábitos, costumbres, valores y contravalores que definen en alto grado la etapa adulta.

En nuestro país, a lo largo de las últimas décadas, se ha dado un proceso de cambio en las familias. La migración, la situación de violencia, el incremento del embarazo precoz y la mayor incorporación de mujeres jefas de hogar al mercado laboral son factores que han contribuido a que se produzca ese cambio. Según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, en los últimos 20 años se ha incrementado el número de hogares unipersonales y de parejas sin hijos, y han disminuido las familias extensas, mientras las familias nucleares mantienen su peso en el conjunto. Asimismo, tanto en familias nucleares como monoparentales, se observa un pronunciado aumento de la proporción de hogares a cargo de adolescentes. Y cada vez son más los niños y adolescentes que viven sin uno o ninguno de sus padres, alcanzando en la actualidad un poco más de la tercera parte de la población de entre 0 y 17 años de edad.

Llama la atención que el 78% de los niños que viven solos o con solo uno de sus progenitores haya sido abandonado por el padre, lo que demuestra, de nuevo, la irresponsabilidad de los hombres en nuestra sociedad. Otro dato importante es que el 85% de los hogares de familias monoparentales son dirigidos por mujeres; en estos hogares vive alrededor del 21% de niños de entre 0 y 5 años. Y no debe perderse de vista que, a nivel nacional, el 43.4% de los hogares vive en condición de hacinamiento, lo que impide la privacidad y fomenta la promiscuidad. Lo que no cambia es que las mujeres siguen siendo mayoritariamente las responsables del cuido familiar.

Estos datos evidencian claramente las debilidades de las familias salvadoreñas y en buena medida explican los problemas de nuestra sociedad. Ante ellos, es necesario tomar conciencia de la necesidad de apoyar y fortalecer a la familia. Fortalecerla para que pueda cumplir a cabalidad su papel como primera unidad de la sociedad, para que cada uno de sus miembros reciba y aprenda a dar el amor que todo ser humano necesita, algo fundamental para crecer y vivir sanamente. En esta línea, deben promoverse políticas públicas que se adecúen a las distintas realidades de las familias, a fin de atender las necesidades específicas de cada cual.

Ya no es posible formular políticas para fortalecer un solo tipo de familia. Hay que tener en cuenta que cada vez más adolescentes son madres, que las familias monoparentales están fundamentalmente a cargo de mujeres y que estas tienen que incorporarse al mercado laboral para sustentar a su familia y, por tanto, requieren apoyo para el cuido de los hijos. Además, es necesario formular y aplicar políticas para que en la familia se promueva la educación para el desarrollo sostenible, los derechos humanos, la igualdad entre los géneros, la promoción de una cultura de paz y el respeto a la diversidad sexual, cultural y religiosa.

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Chelegil@gmail.com
17/05/2019
21:36 pm
Los principales responsables de la violencia familiar son los padres. Los padres se enfurecen y con violencia verbal o física la emprenden contra la hija embarazada que en muchos casos no sabe quien es el responsable de su embarazo. Así de simple es como se va haciendo grande la familia desintegrada, muchas veces como consecuencia de la ignorancia sexual. En las escuelas se debe orientar a los niños sobre la educación sexual ya que en los falsos hogares los padres no tienen tiempo para hablar con sus hijos de esos temas ni de otros, por desgracia. Apartémonos un poco de los dogmas religiosos y veamos la realidad. El apetito sexual lo dio Dios cuando creó al hombre y la mujer y está adherido a la naturaleza del hombre y de la mujer,. Yo creo que se debe usar con raciocinio. Observemos a los animales. Ellos tienen apareamiento en ciertos días en que Dios los ha programado. Entre los humanos no existe una programación y allí está el problema.
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Chelegil@gmail.com
17/05/2019
20:45 pm
La famlia es considerada universalmente como la undad básica de la sociedad, razona el editorialista. Eso es verdad y merece que reflexionemos sobre las familias savadoreñas. Es una realidad que un gran pocentaje de las familias salvadoreñas están desintegradas y no existe un núcleo formado por padre, madre e hijos. Esa desintegración se da en todos los estratos, desde la clase baja hasta la clase alta, siendo más notoria en la clase media para abajo. Podemos señalar algunas causas. La promiscuidad, el hacinamineto, que conlleva la falta de privacidad. En las clases más bajas el padre y la madre, si es que todavía están juntos, y los hijos comparten o habitan en un solo cuarto. Los hijos escuchan y miran lo que ocurre a su alrededor. Como producto de ese desórden familar aparecen las niñas de trece o catorce años embarazadas. Como la madre es la responsable del falso hogar porque el padre vicioso dejó la casa y se fue con otra, es ella quien cargará con la reponsabilidad de la cría.
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