Defender defensores

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Cuando estaba finalizando el Gobierno de Sánchez Cerén, un juez de Antiguo Cuscatlán dio orden de desalojar a una comunidad que llevaba más de 80 años viviendo en tierras propiedad de la familia Dueñas. Arrojados a la calle y sin tener a dónde ir, quedaron a la intemperie en la calle que conducía hacia el Ministerio de Relaciones Exteriores. Al estar en ese entonces al frente del Idhuca, acudí al lugar para ver las condiciones en las que estaba la gente, cómo habían sido tratados y qué podíamos hacer por ellos. El lugar estaba rodeado por agentes de la PNC; cuando quise pasar, me lo prohibieron. Cuando le expliqué al agente que yo era defensor de derechos humanos e iba a supervisar la situación, me repitió que no se podía pasar y colocó su mano en la culata de la pistola. Al final aparecieron por allá miembros de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, hablaron con el jefe del operativo policial y me dejaron pasar. El problema se prolongó y fue hasta que llegó Nayib Bukele al poder que se solucionó la situación, consiguiendo los desalojados lugar y casa en la misma zona. Hoy observo con preocupación la fuerte diferencia de la situación y el encarcelamiento de campesinos y abogados de una cooperativa también condenada al desalojo.

Desde hace años, la comunidad de defensores de derechos humanos veníamos pidiendo una legislación protectora para quienes por razón de su trabajo o de su situación defienden derechos propios o ajenos. Hoy daría miedo solicitar esa legislación. No porque nos fueran a detener o hacer algo, sino por el tipo de ley que podría salir en el caso de que los diputados se decidieran a legislar. Situación que sería peor si consideráramos defensores de derechos humanos a los periodistas, como se suele hacer en los países con grados altos de cultura y civilización, y como los reconoce la ONU. La historia nacional de los defensores de derechos nos demuestra que estos siempre han sido personas pacíficas que pacíficamente defienden tanto los  derechos que otorga la Constitución como los convenios internacionales. Muchos arriesgaron la vida defendiendo derechos y algunos fueron asesinados en el pasado. Todavía hoy vemos detenciones de defensores, las cuales se salen de los márgenes legales. Insistir en una ley de protección era obvio en el pasado y sigue siendo necesario en el presente, precisamente porque el discurso oficial ha caído en un tipo de ataque a los defensores lo suficientemente duro como para que recordemos el que los militares y sus propagandistas hacían en el pasado contra quienes defendían derechos.

Los defensores de derechos humanos no son personas subversivas. Al contrario, son personas constructivas que buscan solucionar problemas, amparar a los pobres e indefensos, y construir una sociedad en la que las normas protejan al débil y den libertad y oportunidades a todos. A los defensores no los atacan los pobres, sino quienes tienen poder y abusan de él. Aunque el Estado tenga la obligación de promover los valores que nos hacen más humanos, como la solidaridad, la libertad, el Estado de derecho y el bien común, con frecuencia puede caer en arbitrariedades. A veces por mala organización o configuración, o a veces por las ambiciones de quienes detentan el poder. Los defensores de derechos ayudan siempre al Estado a ser mejor Estado. Perseguirlos es contribuir a convertir el Estado en un instrumento de arbitrariedad y retroceso civilizatorio. Los derechos se construyen siempre sobre valores; destruir valores es dar marcha atrás en la historia humana.

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