Para enderezar el camino

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Editorial UCA
15/12/2021

Los cristianos nos preparamos para celebrar la Navidad. La invitación que nos hace el Evangelio es a la conversión, es decir, a abandonar las actitudes y comportamientos contrarios al proyecto de salvación de Dios para la humanidad. Para esta preparación, encontramos en el Evangelio una figura clave: Juan el Bautista, el profeta que clama en el desierto y cuya misión es preparar los caminos del Señor. En su mensaje, el Bautista enseña de manera muy sencilla qué actitudes adoptar para recibir bien al Mesías.

En primer lugar, Juan el Bautista hace un llamado a compartir con el prójimo en necesidad dos elementos fundamentales para la vida: vestido y alimento. Compartir con el que no tiene es una exigencia de Jesús en todos los evangelios. Por otra parte, ante las preguntas que le hacen distintas personas que han escuchado su llamado y que parecen interesadas en enderezar sus vidas, la respuesta del Bautista es bien clara: sean justos, no abusen de su poder, no hagan mal a nadie, no cobren más de lo que está ordenado, no sean corruptos, no acusen a nadie falsamente, confórmense con su salario. En definitiva, lo que pide el Bautista es un comportamiento recto, solidario y fraterno.

Es evidente que lo que el Bautista rechaza siguen dándose hoy en día. El egoísmo de aquellos que tienen mucho más de lo que necesitan y no son capaces de compartir con el necesitado ni siquiera aquello que les sobra. Los políticos y los funcionarios que acusan falsamente a los ciudadanos que critican sus actitudes y acciones. Los policías y militares que abusan del poder que les da su uniforme y su arma para acosar, intimidar, sobornar. Los fiscales y jueces que se corrompen y tuercen la justicia para favorecer al poderoso, aunque ello suponga condenar al inocente o promover la impunidad de los delincuentes. Estos son solo algunos ejemplos que muestran lo torcidos que están los caminos en nuestro país y lo mucho que se debe hacer para construir una sociedad coherente con las enseñanzas del Evangelio.

El Mesías que viene a salvar al mundo requiere tanto de una conversión personal como social. En la Biblia se narra cómo la ciudad de Nínive fue capaz de escuchar el llamado a la conversión del profeta Jonás; toda la ciudad, incluidas las autoridades, hizo penitencia, se arrepintió de sus pecados y enderezó el camino para abrazar una vida agradable a Dios. Nínive es un buen ejemplo para El Salvador, que requiere con urgencia abandonar todo aquello que lo están destruyendo política, social, económica y moralmente. Ello supone una conversión a nivel nacional, abandonar el odio entre hermanos, la mentira, el abuso, la corrupción, la violencia, la ley del más fuerte, para sustituirlos por la justicia, el respeto a la dignidad humana, la fraternidad, la transparencia y la verdad, el servicio generoso, el diálogo y la participación democrática.

Solo de esa manera será posible pensar en un mejor futuro para el país. Un futuro al que parece que muchos han renunciado, pero que es posible alcanzar si la mayoría lo desea y trabaja arduamente por conseguirlo. Vivir con hondura el Adviento implica esforzarse para que todos los salvadoreños y salvadoreñas gocen de los mismos derechos y tengan los mismos deberes, sean felices y se desarrollen en paz en su patria, reconozcan en cualquier persona a un hermano o hermana. Sin libertad, dignidad humana, amistad, justicia social, participación democrática y respeto a la diversidad y a los derechos humanos no habrá salvación para El Salvador.

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