A la espera del nuevo papa

0
Editorial UCA
28/04/2025

En un mundo tan fracturado y lleno de tensiones como el actual, pensar en un nuevo papa despierta el deseo de continuidad de lo vivido con Francisco y, a la vez, de esperanza de novedad. No será fácil encontrar a la persona indicada para estos difíciles tiempos, pero los cristianos tenemos la ventaja de seguir un Evangelio, buena noticia de salvación, que se renueva en contacto con la historia humana y que empuja más allá de proyectos personales y de modos particulares de entender la realidad. Por eso, es natural que los cristianos esperemos que el nuevo papa sea fiel al Evangelio y que día a día se deje iluminar por la palabra y la vida de Jesús de Nazaret. Ese Jesús que desde la profunda intimidad con Dios se identificaba con los pobres y con todos aquellos a los que el mundo consideraba insignificantes, ajenos a la historia, descartados. Es normal y lógico que pidamos que el papa sea una persona de oración, piadosa y conocedora del Evangelio y de la tradición de la Iglesia. Pero la autenticidad de la piedad pasa por la comprobación de la misericordia y la solidaridad con los que sufren.

La historia está llena de personas a las que se les arrebató o restó significado. Usualmente, para tener significado es necesario contar con recursos económicos, estudios o títulos, o haber triunfado en política, economía o en la guerra. Los insignificantes son mayoría. Solo cuando llenan las calles o se convierten en masa que reclama sus derechos cobran presencia y peso. En la Biblia, los profetas se dedicaron a dar significado a los pobres. Y se lo quitaban a los abusadores y a los que eran incapaces de ver y reaccionar positivamente ante el dolor y las necesidades de quienes carecían de todo. Jesús pasó su vida dando significado a quienes vivían al margen de la sociedad de la época, fueran pobres, leprosos, mujeres despreciadas o ladrones crucificados. Cuando el papa Francisco afirmaba en su encíclica Fratelli tutti que todos somos hermanos, no hacía otra cosa que advertir que un mundo que olvida el significado de los pobres y de las víctimas no camina hacia la verdad ni hacia la vida. Fue precisamente ese esfuerzo de Francisco de dar significado a todos el que llenó la plaza de San Pedro durante sus exequias.

Dar significado a todo ser humano, especialmente a todo aquel al que el poder, el dinero o la violencia le quita o reduce su dignidad humana, es labor permanente de la Iglesia. Y es lo que la Iglesia, en su dimensión de Pueblo de Dios, espera de sus pastores. El estilo personal, el lugar de nacimiento, la nacionalidad, el carácter (más efusivo o más sobrio) son indiferentes. Lo que importa en un pastor de la Iglesia es que ame a su rebaño, mire al mundo en su extensión y complejidad, vaya allí donde está el sufrimiento, consuele, denuncie y se esfuerce por eliminar las causas del dolor. Por ello, los cristianos esperamos un papa que no sea indiferente al sufrimiento, que dialogue con todos buscando caminos de desarrollo y de justicia social, que acoja y acompañe, que haga brillar el Evangelio. Un papa que sea constructor de paz, que recuerde que las víctimas juzgarán a los poderosos, que sea humilde y sencillo, que contribuya a que la Iglesia se convierta en ejemplo claro de apertura, compasión, cercanía, coherencia, escucha activa e inclusión.

Lo más visitado
0