La verdad y los derechos humanos a la luz de monseñor Romero

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Editorial UCA
26/03/2025

San Óscar Arnulfo Romero es fuente de inspiración inagotable. Ha sido y sigue siendo motivo de canciones, pinturas, literatura, teatro y cine. En el mundo, su nombre resuena en centros de formación, comités de solidaridad, plazas, parques, avenidas y un largo etcétera. A propósito del 45.° aniversario de su martirio, una de las inquietudes más planteadas, sobre todo por quienes quieren ir más allá de la mera conmemoración, es la vigencia del legado de monseñor Romero. ¿Qué diría monseñor ante esta o aquella situación? Su palabra tiene semejanza al Evangelio de Jesús: no pierde vigencia. Por ejemplo, la figura del arzobispo mártir es inseparable de la verdad. Por eso, en su honor, en 2010, la ONU declaró el 24 de marzo como el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas. Sus palabras sobre la verdad parece que describen la situación actual.

“Vivimos una hora de lucha entre la verdad y la mentira; entre la sinceridad, que ya casi nadie la cree, y la hipocresía y la intriga. No nos asustemos, hermanos, tratemos de ser sinceros, de amar la verdad, tratemos de construirnos en Cristo Jesús. Es una hora en que debemos tener un gran sentido de selección, de discernimiento”, dijo en su homilía del 30 de julio de 1978. En otra de ellas nos recuerda que “la persecución es algo necesario en la Iglesia. [...] Porque la verdad siempre es perseguida”. Hoy, como hace más de cuatro décadas, monseñor sigue poniendo el dedo en la llaga: “Es lástima tener unos medios de comunicación tan vendidos a las condiciones. Es lástima no poder confiar en la noticia del periódico o de la televisión o de la radio porque todo está comprado, está amañado y no se dice la verdad”. Y añadía: “¡Lástima tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través de la radio tienen que comer y se alimentan de la calumnia porque es la que produce! La verdad muchas veces no produce dinero sino amarguras. Pero más vale ser libre en la verdad que tener mucho dinero en la mentira”. Con seguridad, monseñor incluiría a las redes sociales en estos mensajes.

Asimismo, nos sigue interpelando, 45 años después de su asesinato, sobre la situación de los derechos humanos. “Queremos ser la voz de los que no tienen voz para gritar contra tanto atropello contra los derechos humanos. Que se haga justicia, que no se queden tantos crímenes manchando a la patria, al ejército. Que se reconozca quiénes son los criminales y que se dé justa indemnización a las familias que quedan desamparadas”. En concreto, sobre los y las desaparecidas, dice monseñor: “Pero mientras haya madres que lloran la desaparición de sus hijos, mientras haya torturas en nuestros centros de seguridad, mientras haya abuso de sibaritas en la propiedad privada, mientras haya ese desorden espantoso, hermanos, no puede haber paz, y seguirán sucediendo los hechos de violencia y sangre”. Y hoy, como antes, el santo nos recuerda que los cambios cosméticos, de imagen, no arreglarán la situación del pueblo: “Las violencias seguirán cambiando de nombre, pero habrá siempre violencia mientras no se cambie la raíz de donde están brotando todas esas cosas tan horrorosas de nuestro ambiente”.

Para cambiar la situación del país y de las mayorías a las que les cuesta llegar a fin de mes con sus precarios ingresos, es necesario poner en el centro del quehacer de las autoridades la dignidad de las personas. Ese es el primer mandato de monseñor, el cual solo se puede seguir teniendo amor al prójimo. Pero, como también monseñor cuestiona, “No se puede cosechar lo que no se siembra. ¿Cómo vamos a cosechar amor en nuestra República si sólo sembramos odio?”.

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