Los voceros oficiales hablan demasiado y demasiado apresuradamente. No piensan lo que dicen ni sus implicaciones. La excesiva complacencia de una prensa que, por inercia o por pereza, no cuestiona las declaraciones oficiales ha contribuido a esa manera irresponsable de informar a la sociedad. Los funcionarios ponen sus energías en la retórica...