El golpe fatal lo recibió el 15 de marzo de 2009. La "gran" alianza Arena-PCN-PDC —incluidos Fuerza Solidaria, funcionarios públicos y los grandes medios de comunicación— no pudo contra el histórico cambio en El Salvador. Después del triunfo del FMLN, sólo la dirigencia del partido Arena salió a dar la cara. Los dirigentes de los otros partidos, en una mezcla de cobardía y cinismo político, callaron ante la población.
De inmediato inició la "reestructuración" del Coena. En el contexto de la revisión del partido y del trabajo de los equipos de transición de Antonio Saca y Mauricio Funes, surgió el escándalo Adolfo Tórrez-Roberto Silva. El destacado dirigente fue destituido de su cargo y, posteriormente, Tórrez solicitó su desinscripción del partido.
Saca perdía a uno de sus hombres de confianza, se agudizaba la crisis interna del partido y, de paso, Félix Garrid Safie veía esfumarse su deseo de dirigir por tres años más la Fiscalía General de la República. Así, los ojos del partido de derecha se concentraron en el fiscal adjunto, Ástor Escalante. La jugada política —realizada en enero del presente año— de mover al hombre de confianza de René Figueroa, ministro de Seguridad Pública y Justicia, hacia la Fiscalía parecía que empezaba a rendir frutos. No obstante, tampoco esto contribuyó a resguardar los intereses de Arena. Hasta el momento, Escalante ya no es candidato a Fiscal General.
Luego surgió en la agenda de la Asamblea Legislativa el tema de las bodas entre personas del mismo sexo. De nuevo, surgió otra oscura alianza entre los partidos de derecha, a la que se sumaron sectores conservadores de las iglesias. De esa manera lograron su cometido: prohibir el matrimonio entre homosexuales. Esto se ha celebrado como un triunfo de la "moral tradicional", de las "buenas costumbres". Sin embargo, cabe otra lectura: la alegría de los diputados ante tal prohibición nos muestra el verdadero rostro de la derecha: retrógrada, intolerante y sin voluntad de atender los graves problemas sociales que aquejan a la sociedad salvadoreña. Por supuesto, el FMLN tiene su parte en esto.
Una de las últimas estrategias: elegir a Ciro Cruz Cepeda presidente de la "nueva" Asamblea Legislativa. ¡Qué acierto político ante la población! A quienes se desviven en críticas hacia el FMLN, la propuesta de éste era más aceptable: que los partidos mayoritarios se repartieran la presidencia durante los tres años, dieciocho meses cada uno.
Ahora que ganó la presidencia de la República el partido de izquierda, sí es bueno que haya "equilibrio de poderes", según el diputado Roberto D’Abuisson. ¡Claro, así entienden ellos la democracia!
Parece que los movimientos de la derecha en la Asamblea tienen un claro propósito: dificultar el trabajo del nuevo Gobierno. Esto con el objetivo de recuperar el ejecutivo en 2014. Sin embargo, con ese tipo de acciones no hacen más que acentuar su decadencia. Muchos salvadoreños no quieren ver a Zepeda como presidente de la Asamblea. La irrupción de simpatizantes del FMLN en el Salón Azul para manifestar su rechazo a Zepeda es una pequeña muestra de ello.
La foto fue histórica: los rostros de los diputados expresaban consternación e incredulidad; estaban asustados. Es probable que sus rostros desencajados fuesen la confirmación ante las cámaras de lo que les estaban increpando. Las declaraciones no se hicieron esperar: "falta al orden", "manipulación política", "chusma violenta", etc. Tal vez sea más que eso, a lo mejor ese acto político fue una pequeña muestra de algo que dijera el filósofo Walter Benjamin: "La verdad es que no hay un solo instante que no lleve consigo su oportunidad revolucionaria".
Mientras tanto, Arena "parece" haber salido de sus crisis; el ex presidente Alfredo Cristiani es el nuevo presidente del Coena. Lo cómico del asunto es que los areneros esperaban que la comisión política eligiera a un nuevo líder del partido, no que "autonombrara" a uno de sus miembros.
No hay vientos de cambio en la derecha, no hay señales de modernización. En otras palabras, no hay progreso, sino retroceso. Aún no han comprendido la dimensión histórica del 15 de marzo. O es más imperiosa la necesidad de "echar candado" —en contra de cualquier clase de fiscalización— a las cuatro gestiones presidenciales del partido. Esto explicaría, en parte, la oposición a la emergencia de nuevos líderes areneros y, por otro lado, el rechazo a cualquier candidato a Fiscal General que no sea de "su confianza".
En este sentido, la izquierda debe ser inteligente: fortalecerse ante la población a través de la promoción y ejecución de políticas públicas que verdaderamente contribuyan a mejorar la condición de vida de los salvadoreños, sobre todo de los más pobres. Asimismo, dialogar con los diversos actores políticos de la sociedad; esto podría ser un buen principio en contra de la exclusión.
La decadencia de la derecha puede convertirse en un adecuado momento histórico en el que la izquierda geste y consolide nuevas formas de hacer política.