Ante el nuevo año

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Dejamos atrás 2009, golpeados por los efectos de la crisis económica mundial, por el flagelo imparable de la delincuencia y por las víctimas y pérdidas materiales ocasionadas por la tormenta Ida. Lo dejamos aún sorprendidos por el triunfo del FMLN y de Funes en las elecciones presidenciales; decepcionados con el golpe de Estado en Honduras; y, todavía a finales de diciembre, con algunas expectativas de cambio real en el país. 2009 fue un año difícil. Nos mostró sin contemplaciones la profundidad de nuestra vulnerabilidad política, social, ambiental y económica.

El país seguirá enfrentándose en este nuevo año con grandes y urgentes desafíos en todos los ámbitos de nuestra realidad. Buscar respuestas coherentes, incluyentes y eficaces es una obligación ética del Gobierno, del sector privado y de la sociedad civil. Ya no hay tiempo para dilaciones, para entrampamientos polarizantes de nuestras fuerzas políticas, para grandes y elocuentes discursos oficiales que prometen cambios y luego no los aplican porque claudican a las presiones de las élites privilegiadas. El Salvador ya no puede esperar; las causas estructurales que afectan su desenvolvimiento como país nos están llevando a un escenario de mayor inestabilidad, violencia, corrupción, vulnerabilidad y de menores oportunidades de bienestar y calidad de vida. Esas causas, que durante décadas no han sido enfrentadas, ahora nos están llevando a perder las últimas reservas de cohesión social. No pretendemos ser apocalípticos. Nos mueven el realismo y la esperanza de comenzar con valentía y coraje; los cambios políticos, sociales, económicos y culturales que requerimos para iniciar la búsqueda de soluciones integrales y duraderas en el tiempo.

No es ningún secreto que en 2009 la capacidad del actual Gobierno y del FMLN, como partido oficial, se vio permanente aprueba debido a que las élites conservadoras, a pesar de sus desarreglos y nuevos arreglos, siguen teniendo un gran control sobre diferentes instancias de nuestro sistema político. No es ningún secreto que entre Funes y el FMLN hay diferencias. No obstante, en 2010, el Gobierno de Funes puede hacerle frente a estas situaciones si trabaja con ética y responsabilidad social, si sabe escuchar y dialogar con las fuerzas vivas del país, si adopta una actitud transparente en el ejercicio de su mandato y, sobre todas las cosas, si logra establecer alianzas, redes y apoyos con la sociedad civil comprometida con enfrentar las causas estructurales que han llevado a este país al caos. Para hacer la diferencia en este nuevo año, la gestión de Funes tiene que dar signos concretos de estar impregnada de un enfoque de derechos y de gobernabilidad democrática.

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