La alcaldía de San José Las Flores, en Chalatenango, hizo recientemente una consulta sobre la minería. Participó el 67% de los pobladores y el 99% la rechazó marcando un “no”. Desde este respaldo ciudadano, la alcaldía emitirá un acuerdo prohibiendo la minería metálica en su territorio. Mientras en Estados Unidos Pacific Rim se esmera por mentir, diciendo que la mayoría de la población en El Salvador desea la minería, este municipio ha procedido con claridad y eficacia en el tema. De hecho, en diversas ocasiones, y en zonas cercanas a San José Las Flores, habían llegado las empresas mineras con el afán de hacer prospecciones, incluso a ese gran reservorio de agua limpia y pura que es el monte Eramón. Aunque está en otro municipio, las comunidades dieron un grito, sabiendo que perderían su acceso al agua.
El agua, como todos sabemos, es un recurso indispensable para la vida. Y mientras las previsiones nos dicen que hacia 2035 habrá estrés hídrico en El Salvador si no construimos reservorios e infraestructura que permita almacenar el agua lluvia, las empresas mineras transnacionales insisten en ocupar el líquido para lavar la tierra y extraer el oro. Lavar con aditivos químicos, imprescindibles para unir las partículas de oro y letales en caso de derrame o de consumo. Si prevenir y evitar la escasez de agua es urgente en El Salvador, luchar por defenderla es una tarea indispensable simplemente para tener futuro. Y lo que ha hecho San José Las Flores es ejemplar. El desarrollo parte siempre de la conciencia de los pueblos. Y si no se construye, desde abajo, capacidad de conciencia y resistencia, los abusos y la multiplicación de ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres continuarán siendo una tendencia latinoamericana.
Comenzar desde abajo es siempre el mejor camino. Cuando las decisiones se toman solo desde arriba, los fallos, discusiones y divisiones son más abundantes. San José Las Flores nos da un ejemplo a todos. Un ejemplo de ética ciudadana. En este caso, ante un tema que ha sido objeto de debate tanto dentro como fuera de El Salvador, la municipalidad decidió tomar medidas y consultó a su gente. Buscó una solución en un territorio en el que las voraces y manipuladoras mineras a cielo abierto querían entrar ofreciendo ventajas y callando dificultades y problemas. Del mismo modo, sería novedoso, al menos, abrir a consulta ciudadana propuestas de solución a algunos de los graves problemas de nuestro país. Propuestas en las que todos deberíamos involucrarnos. Previamente, se podría hacer un debate, lo más masivo posible, y después vendrían las soluciones, también consultadas. Sin embargo, sería más productivo despertar la opinión ciudadana no tanto sobre los problemas, sino sobre las soluciones.
Pueden ponerse muchos ejemplos. Pero tomando el de la violencia, que tanto nos aflige, podría proponerse el debate sobre una o dos soluciones estructurales de largo plazo. Explicar a la población que ampliar la educación obligatoria hasta los 18 años es una de las fórmulas más eficaces no solo de inversión en la gente, sino de prevención de la delincuencia juvenil sería el primer paso. Después habría que mostrar la realidad (únicamente el 40% de los jóvenes menores de 20 años acceden al bachillerato), para calcular tanto los ahorros y ganancias como los costos de llevar a todos a una educación —más formal o más técnica— hasta los 18 años. Y finalmente, fijar los plazos y los aportes que todos deberemos hacer para conseguir el objetivo que se pretende. Si la gente apoyara la medida, habría que crear una especie de auditoría ciudadana que dé seguimiento al uso de los fondos respectivos. Por supuesto, todo esto sin renunciar a otras medidas más inmediatas de contención de la delincuencia y la violencia, necesarias en el país y con una dimensión más policial o relativa a las instituciones de justicia. La educación no es la única solución al problema, pero tiene una importancia estratégica.
Si esta u otras medidas de mediano-largo plazo se consultaran adecuadamente, si se informara a la ciudadanía de las ventajas y de los costos, y al mismo tiempo se le diera la garantía del buen uso de los fondos, los temas dejarían de ser político-partidistas para convertirse en asuntos de nación. Y se podría llegar a acuerdos que, estuviera quien estuviera en el Ejecutivo, podrían funcionar en beneficio de todos. Solo hace falta voluntad política. Es cierto que no es lo mismo el manejo que se puede hacer de una consulta en una municipalidad pequeña, y además muy cohesionada, que en un Estado, con todas sus complejidades, roturas internas y enfrentamientos. Pero también es cierto que los problemas nacionales están de tal manera en la conciencia de la gente que ofrecerles soluciones racionales sería un buen modo de crear cohesión, recibir aportes y encontrar soluciones. San José Las Flores nos da un buen ejemplo. Ojalá seamos capaces de leer y aprender lo que la gente sencilla nos señala como camino.