El 2009 nos dejó una Policía Nacional Civil enlodada y cuestionada; una Fiscalía General de la República que pasó casi seis meses sin titular; una Corte Suprema de Justicia que también estuvo sin cinco de sus magistrados durante dos meses; una Asamblea Legislativa que retrasó sin sentido las elecciones de funcionarios importantes y con luchas internas por puestos en su directiva...
El deterioro institucional es grave. La Policía no sólo ha mostrado incapacidad para enfrentar eficazmente los delitos que más afectan a la población (asesinatos, extorsiones y robos), también parece que se le ha infiltrado la criminalidad. En oriente, varios oficiales fueron vinculados con la banda de Los Perrones. Incluso el ex director policial Ricardo Menesses fue fotografiado con un pandillero, y eso inició una investigación en su contra.
No obstante, es positivo que la actual Inspectoría haya iniciado investigaciones desde arriba, desde la cúpula de la institución policial, para deducir responsabilidades en caso de existir. Es importante seguir un proceso limpio y transparente para cambiar la percepción negativa de la ciudadanía hacia el cuerpo policial. Es urgente que la gente vuelva a confiar en los agentes y en la institución.
Lo mismo debería ocurrir en la Fiscalía. Esta es la institución encargada de dirigir las investigaciones y de llevar a la cárcel a los criminales. Por eso, no puede volver a quedarse más de cinco meses sin titular sólo porque a los diputados y diputadas se les antoja ignorar los plazos constitucionales, negociar su cuota de reparto institucional o utilizar a la institución como moneda de cambio en sus negociaciones.
No les bastó con mantener al país sin Fiscal, también retrasaron la selección de cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia. No es casual que la Asamblea Legislativa sea la institución que menos confianza le genera a la gente. La más reciente encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA da fe de la desconfianza hacia las parlamentarias y los parlamentarios.
Con el inicio de la segunda década del siglo XXI, es importante que se comiencen a desterrar las malas costumbres que nos atrasan. Debe apostársele al fortalecimiento de la institucionalidad y a liberarla de los vaivenes partidarios.
Quienes gobiernan no son eternos en el poder y algún día serán oposición. La alternancia da esa lección. Ojalá también les permita ver a todas y todos los políticos que es importante construir una institucionalidad independiente, capaz y robusta. Seguir repartiéndose los ropajes estatales es condenar al país a su crucifixión.