El nuevo campeón de la democracia

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Willian Marroquín
06/11/2019

En octubre de 1987, cuando el Gobierno estadounidense preparaba la entrega de 270 millones de dólares a los Contras de Nicaragua para combatir la revolución sandinista, Ronald Reagan recibió la visita oficial del presidente Napoleón Duarte. En esa ocasión, Duarte rompió el protocolo de bienvenida para besar la bandera del anfitrión diciendo lo siguiente: “He visto muchas veces en mi vida que personas con odio en su corazón han prendido fuego a la bandera estadounidense", y añadió, dirigiéndose a Reagan: “Esta vez, permíteme ir a tu bandera y, en nombre de mi gente, darle un beso”. Al día siguiente, en Washington, uno de los periódicos de mayor circulación publicó una foto del beso a la bandera en la que Reagan buscaba salir de foco, acompañada de este pie: “El esclavo debe saber en qué momento rendirle tributo al amo”, dando a entender que ese no era el momento para que el mandatario salvadoreño mostrara ese nivel de sumisión. Después de ese gesto, Reagan calificó a Duarte como “Un campeón de la democracia” y se comprometió a apoyar el Plan Arias para la pacificación de Centroamérica. Arias, para esa fecha, ya había ganado el premio Nobel de la Paz por ese esfuerzo de pacificación y se oponía a la ayuda que Reagan tenía prevista para los Contras. Ni la visita de Duarte ni la petición de Arias detuvieron la ayuda millonaria.

Era difícil pensar que como país llegaríamos a mostrar nuevamente esos niveles de sumisión y de falta de dignidad, pero Bukele lo hizo el 3 de noviembre al romper relaciones diplomáticas con Venezuela. En este caso, a diferencia del beso inoportuno de Duarte a la bandera, Bukele supo identificar el momento adecuado para rendirle tributo al amo: cuando la OEA ha fracasado en sus intentos de imponer a Guaidó como presidente en Venezuela y el Grupo de Lima pierde influencia en sus intentos de meterse en la crisis venezolana. Por las declaraciones que ha dado Bukele en Twitter, parecería que su objetivo es acabar con la última fuente de financiamiento del FMLN y así consolidar su deseo de barrerlo como partido de oposición. Pero no hay que ser ingenuos. Bukele quiere convertirse en el nuevo campeón de la democracia a los ojos de Estados Unidos, como antes lo fue Duarte y más tarde Francisco Flores.

Algunos admiradores y aduladores de Bukele piensan que su sumisión ante Trump —que ellos llaman “pragmatismo”— busca lograr una solución permanente al problema de residencia de los salvadoreños con TPS. Pero esto es cuestionable, ya que una decisión en ese sentido iría en contra de la política antiinmigrante de Tump, la cual fue establecida mucho antes de que llegara Bukele a la presidencia. Una política que llevó a Trump a calificarnos como país letrina. Al respecto de la reciente decisión del Gobierno estadunidense sobre el TPS para los salvadoreños, Bukele mantuvo una agresiva campaña de comunicación gubernamental en las redes sociales, que de manera perversa lo presentó como un logro suyo. Aquí se aplica muy bien lo que decía Maquiavelo: “Los hombres son tan simples, y se sujetan tanto a la necesidad [en este caso, el TPS], que el que engaña con arte halla siempre gente que se dejan engañar”.

 

* Willian Marroquín, coordinador de Tecnologías de Información y Comunicación.

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