Ese es el primero de los 17 objetivos de desarrollo sostenible que todas las naciones del mundo se han propuesto alcanzar para 2030. En los últimos 25 años, y gracias a los Objetivos del Milenio impulsados por Naciones Unidas, se logró que el número de personas viviendo con menos de $1.25 al día pasara de 1,900 millones a 836 millones. Sin embargo, a pesar de esta importante disminución, la pobreza extrema sigue siendo escandalosa. A la vez que se ha generado la mayor riqueza en la historia de la humanidad, la desigualdad ha alcanzado niveles nunca antes vistos. Por ello, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada por todos los países del mundo y auspiciada por la ONU, se propone como primer objetivo poner fin a la pobreza en todas sus formas y dimensiones. Y no da pie a confusiones: se buscará que ninguna persona en el planeta viva en situación de pobreza, que nadie pase hambre.
Pero, como afirma Helen Clark, del PNUD, a propósito del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, hay muchos desafíos para alcanzar estos objetivos: “Cientos de millones de personas siguen viviendo en la pobreza extrema y hay crecientes desigualdades dentro de muchos países, así como enormes disparidades de oportunidades, riqueza y poder entre los países. La desigualdad de género sigue siendo un desafío clave, al igual que la escasez generalizada de trabajo decente. Las amenazas globales a la salud, unos desastres naturales más frecuentes e intensos, la volatilidad de los mercados de productos básicos, los conflictos en aumento y el extremismo violento, el terrorismo y las crisis conexas son todos ellos elementos que tienen un impacto negativo sobre los avances de desarrollo logrados en las últimas décadas”.
La mayoría de estos desafíos se dan también en El Salvador, y para superarlos debemos tener en cuenta lo que Clark señala en su mensaje: “La erradicación de la pobreza exige un crecimiento económico que sea incluyente y sostenible. Se necesitan sistemas de protección social bien diseñados que permitan a las personas mantener niveles de vida básicos, incluso cuando se produzcan los choques. Estos sistemas también deben contribuir a que los niños no abandonen la escuela, permitan a las familias obtener suficientes alimentos nutritivos y proporcionen una base estable sobre la cual la gente puede construir un futuro mejor. La erradicación de la pobreza también nos obliga a poner fin al daño que sufren los ecosistemas vitales de los que depende la vida en nuestro planeta”.
Lastimosamente, las élites económicas y políticas no parecen tener el mínimo interés en seguir esa ruta. En el caso de El Salvador, el rechazo a los programas sociales y a incrementar la inversión en la gente; la negativa a consignar en la Constitución el derecho al agua y a la alimentación; la radical oposición a una reforma fiscal integral, justa y progresiva; y la incapacidad de parar la constante destrucción del medioambiente son factores que dificultan la eliminación de la pobreza. Conocedora de esta problemática, Clark hace un llamado importante: “El logro de todos los objetivos de la Agenda […] requiere establecer alianzas entre los Gobiernos, las empresas, la sociedad civil, el sistema de las Naciones Unidas y los individuos comprometidos y las organizaciones en todos los ámbitos de la vida. Es necesario que toda la sociedad trabaje unida para movilizar el conjunto de los recursos disponibles, adaptar las metas globales a los contextos locales y desempeñar cada quién sus respectivos roles en la construcción de un futuro inclusivo y sostenible, libre de pobreza y discriminación”.
Precisamente, la falta de alianzas y acuerdos ha sido el principal escollo en El Salvador para avanzar hacia un verdadero desarrollo social, en la línea de lo planteado por las Naciones Unidas. No ha existido voluntad de trabajar conjuntamente, de adoptar actitudes solidarias, de poner cada quien de su parte para construir un futuro sostenible para el país. Hasta la fecha, cada sector de relevancia ha defendido únicamente sus propios intereses, olvidándose del bien común. Ojalá que el lema propuesto por Naciones Unidas para el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza de este año, “Construir un futuro sostenible: unirnos para poner fin a la pobreza y la discriminación”, se constituya en un llamado a la conciencia de los salvadoreños. Ojalá que sepamos aprovechar la oportunidad que abre la Agenda y sepamos estar a la altura de sus desafíos, para así construir mejores perspectivas para todos.