“No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo”
Albert Camus
Hace un año, cuando se desmanteló la poca democracia del país, el poder de Bukele parecía avasallador: usurpó la Sala de lo Constitucional, impuso un fiscal general a su medida, descabezó al Órgano Judicial y lo puso a su servicio. Ese poder parece ahora agotado. Para resurgir y demostrar poder, Bukele tuvo que recurrir a la violencia terrorista (a través del régimen de excepción) para intentar rescatar la imagen deteriorada de su Plan Control Territorial con el que sigue alimentando la ilusión -principalmente de los compatriotas en la diáspora- de que se vive en un país renovado y libre de homicidios causados por las pandillas.
Sin embargo, al buscar bajo la alfombra, el país da cuenta del aparecimiento de 51 fosas clandestinas descubiertas desde el año 2019, según datos de la Fiscalía General de la República (FGR) consignados en una nota periodística. Además, ahora hay un incremento excesivo de la migración irregular de salvadoreños, principalmente de niños, hacia los Estados Unidos; el gobierno de Bukele ha impedido la extradición de líderes de pandillas reclamados por la justicia estadounidense, y cada día hay más evidencia de las negociaciones ocultas del Gobierno con algunas pandillas, lo que le permitió mostrar una disminución significativa de homicidios y el respaldo en votos para ganar las elecciones legislativas y municipales de 2021. Por eso es bueno no creer ciegamente en los relatos de los organismos de comunicación y propaganda del presidente y preguntarse a cada momento: ¿Dónde está la basura cuando la mesa luce limpia?
En resumen, el otrora poder avasallador de Bukele se desvanece más rápido de lo esperado y la actual muestra excesiva de violencia en comunidades pobres por parte de la Fuerza Armada y la PNC es una clara muestra de lo frágil que es su poder. La marcha exitosa de los trabajadores y trabajadoras el 1 de mayo, a pesar de los retenes en las vías de acceso a San Salvador y la criminalización de los marchistas al señalarlos de defender y de estar del lado de las pandillas, nos indica que ahora son más lo que le dicen no al autoritarismo de Bukele. El ministro de trabajo, Rolando Castro, quiso boicotear la marcha del 1 de mayo con una reunión de grupos sindicales afines al gobierno en un hotel. Sin embargo, varios grupos de organizaciones sociales y sindicales parecen haber adquirido expresión política al aglutinarse en el Bloque de Resistencia y Rebeldía Popular (BRP), Coordinadora Salvadoreña de Movimientos Populares, etc. Parece que la única forma de resistir a una dictadura es la organización social fuerte que haga sentir su descontento y se enfrente al poder colonizador de Bukele, basado en la manipulación sistemática de las mentes y los sentimientos, el ocultamiento de la información, la propaganda política y la instauración de la mentira como política pública. La mentira crea falsas ilusiones de desarrollo económico, como la implementación del bitcóin, que cada vez más muestra su fracaso, mientras la economía familiar y del país se hunde.
Como bien dice Nietzche “la consecuencia natural de un poder excesivo es la conquista, [...] la incorporación de su imagen propia [el Yo] a una materia ajena [los Otros]”. Bukele ha logrado colonizar a sus diputados y a muchos de sus funcionarios públicos de tal forma que actúan como masa (materia pasiva y material) sin criterio y sin personalidad propia: aprietan solo el botón para aprobar los dictados del presidente y los otros ejecutan sus mandatos en las distintas carteras del gobierno sin cuestionar sus decisiones. Algunos funcionarios hasta imitan al presidente en su forma de vestir, de hablar y parece que, con cambios estéticos, quisieran ser pequeños Bukele. Convertir a la población en masa es el deseo máximo de un dictador, por eso es importante la resistencia y rebeldía del no y buscar como frente de lucha la organización solidaria. Albert Camus criticaba siempre al poder jerárquico con su famosa frase: “No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo”. Siempre hay que cuestionar al poder y más aún si muestra rasgos dictatoriales y fascistas como el de Bukele.
* Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 88.