Los retos inmediatos del Consejo Económico y Social

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Desde el pasado 3 de septiembre, el país cuenta con un mecanismo consultivo para las políticas más importantes que el Gobierno quiera impulsar: el Consejo Económico y Social. Si bien éste no tiene carácter vinculante, persigue dos objetivos fundamentales: (i) generar un ambiente de gobernabilidad política y económica en el país en una coyuntura de alternancia en el poder y de crisis global; y (ii) abrir un espacio para que algunos sectores, por lo general excluidos de la formulación de políticas, puedan por fin participar y aportar (movimientos sociales, academia).

Se trata de un Consejo Económico y Social a la imagen de otros que ya existen desde hace mucho en Europa o Sudamérica: Francia y Bélgica (1948), Holanda (1950), Italia (1957), Austria (1963), Irlanda (1973), España y Portugal (1991), y Brasil (2003), entre otros. Las experiencias de este tipo son diversas y sus énfasis variados. Por ejemplo, el Consejo Económico y Social de España surgió en 1991 por mandato constitucional y tiene un fuerte énfasis en lo laboral, por lo que organizaciones empresariales y sindicales tienen un peso importante en su composición: de los 61 miembros que lo integran, cada una cuenta con 20.

Otro modelo que el presidente Funes seguramente conoce bien es el de Brasil. El Consejo de Desarrollo Económico y Social brasileño muestra una variante importante: la representación del sector empresarial en su composición (equivalente al 50% de los miembros) y, por ende, el peso que éste tiene en las decisiones.

Al igual que los consejos de otros países, el primer gran reto del salvadoreño ha sido su composición y la designación de sus miembros. Ésta fue objeto de arduas negociaciones, y aún sigue recibiendo duras críticas por parte de aquellos que se sienten subrepresentados, como era de esperarse en cualquier mecanismo de participación de este tipo. Lo cierto es que hasta hoy las condiciones para hacer lobby, advocacy o incidir en las políticas públicas han favorecido a los grandes grupos económicos. Sin ser ilusos y creer que de ahora en adelante estos grupos cederán espacios y cuotas de poder a otros, el Consejo Económico y Social tiene otro reto fundamental: la inclusión de sectores hasta hoy marginados de las políticas públicas como base para la recuperación de un tejido social que fue desmantelado en las dos últimas décadas.

Por otro lado, el logro de consensos o acuerdos mínimos será otro de los grandes retos que enfrentará el Consejo en los días que vienen, cuando inicie la discusión sobre la reforma fiscal. Por más espinoso que el tema parezca, al día de hoy el Consejo pareciera ser un mecanismo viable al que los diferentes sectores han respondido positivamente. El país atraviesa una coyuntura política sin precedentes y este tipo de mecanismos de participación tendrá que ir ajustándose a la realidad y a las transformaciones que El Salvador necesita como una nueva forma de hacer cultura democrática.

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