Los diputados se felicitaron y se elogiaron mutuamente por el acuerdo que reformó al sistema de pensiones. Después de meses de agrias disputas y de mucha propaganda a favor y en contra, a última hora se pusieron de acuerdo. Pero no hay motivo para tanta euforia, porque la política salvadoreña no discute sobre las diferencias de visión ni negocia la solución a los problemas del país, sino que su expectativa es imponerla por mayoría numérica de votos. El optimismo fácil hizo que los políticos prometieran “una segunda generación de acuerdos de nación”, a raíz de los veinticinco años de los de 1992. De esa manera, se comprometieron con una negociación similar a la que concluyó con esos acuerdos. El plan incluía incluso la mediación de Naciones Unidas. Pero después de seis meses de labor, el mediador se retiró sin lograr sentar en una misma mesa a Arena y al FMLN para establecer la agenda.
El proceso fracasó, según el informe oficial del mediador, porque Arena se negó a negociar con el FMLN, temeroso de que este saliera fortalecido del proceso en vísperas de las elecciones de marzo próximo y de 2019. Más importante que contribuir a resolver los problemas nacionales es ganar las elecciones; más importante que contribuir a aliviar las privaciones y sufrimientos de la mayoría de la población es el triunfo electoral de Arena, porque, una vez en el poder, enderezará lo que se ha torcido con los dos Gobiernos del FMLN. Olvida que las finanzas y la institucionalidad se comenzaron a torcer durante sus propios Gobiernos. La violencia social se remonta a la segunda administración de Arena.
El rechazo de la negociación es una prueba más de la miopía política de la dirigencia arenera. Negociar el modelo económico, el fortalecimiento de la institucionalidad y la ampliación y mejora de los servicios sociales es una oportunidad única para que su liderazgo demuestre ante el país su capacidad de iniciativa y creatividad. La mesa de negociación es un espacio para poner a prueba los liderazgos de los partidos. Ahí Arena podría demostrar la superioridad de sus propuestas. En ese sentido, la negociación era una oportunidad para atraer los votos que pueden decidir las próximas elecciones. El incumplimiento gubernamental de los acuerdos adoptados sobre fiscalidad no es argumento, porque esa es una posibilidad de cualquier negociación. Precisamente, por eso, la mediación de Naciones Unidas incluye la verificación del cumplimiento de los compromisos.
Paradójicamente, los precandidatos presidenciales de Arena hacen llamados a dialogar, a participar y a comprometerse, pero esas exhortaciones no incluyen a su partido. La mesa de negociación ofrecía una oportunidad especial para que esos precandidatos pusieran a prueba la pertinencia y la viabilidad de sus promesas electorales. Esa era la plataforma para mostrar cuánta gente incluye “Mi gente” y cuán nueva es la “Nueva visión de país”. Además del miedo a perder votos ante el FMLN, tal vez el liderazgo de Arena tema que el debate desvele la debilidad o la inconsistencia de sus planteamientos. Por eso, prefiere la promesa electoral vana, que engaña a los incautos. Tal vez tema que la discusión ponga en evidencia que es un partido al servicio del gran capital.
Es indudable que el FMLN no facilita a negociación, pero esto tampoco es argumento. Ninguna de las dirigencias ha demostrado amplitud de miras y flexibilidad para encontrar soluciones. Esa incapacidad hace necesaria la negociación, mediada por un agente de Naciones Unidas. La ideología y el ansia de poder ciegan a sus dirigencias. Partidos como Arena y el FMLN tienen el convencimiento de que solo ellos tienen la solución para el país y, en consecuencia, su deber es imponerla, a través de una mayoría legislativa que se les niega. Por eso, su solución es inviable sin una negociación. La otra posibilidad es mantener la apuesta por la mayoría legislativa y el triunfo presidencial en las próximas elecciones. Esta es la apuesta de Arena. En realidad, los dos partidos prefieren esperar a que se dé esa correlación de fuerzas favorable para imponer su proyecto. Mientras tanto, los problemas nacionales serán cada vez más complejos y más difíciles de superar, y la mayoría de la población seguirá sufriendo privaciones de toda clase.
De momento, la posibilidad de negociar ha quedado reducida a un pequeño grupo, cuya misión consiste en crear condiciones propicias. Esas condiciones no se darán si no consiguen mover la voluntad política de los liderazgos. Mientras haya elecciones a la vista, esta será su apuesta. Y como siempre hay elecciones a la vista, excepto en un pequeño intervalo, no existe tiempo propicio para negociar.