No más errores

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Idhuca
11/01/2010

Cada inicio de año se suele conmemorar la firma de los Acuerdos de Paz. Por un lado, desde la lectura oficial de la anterior gestión gubernamental, estos acuerdos se dieron por finiquitados. Por tanto, más que reflexionar a profundidad sobre estos y sus deudas, se realizaban ceremonias con el fin de celebrar el cese al fuego.

Por otro lado, el FMLN, también firmante de los Acuerdos, conmemoraba la fecha por su cuenta y resaltaba las deudas pendientes. Similar lectura —aunque más crítica que la del partido— ha sostenido buena parte de la sociedad civil al respecto.

Entre las deudas se destaca el desprecio hacia las víctimas, pues estas no han tenido acceso a la verdad, vía para lograr justicia y luego poder reconciliar a la sociedad salvadoreña, tal como señalaba uno de los objetivos del Acuerdo de Ginebra de 1990.

En 2009, con el cambio de Gobierno, las expectativas sobre un giro al respecto eran altas. No obstante, los casos emblemáticos del conflicto armado (como el Caso Jesuitas), las recomendaciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre cambios legislativos para acceder a la justicia y la demanda por derogar la ley de amnistía siguen sin ser abordados con la seriedad, valentía y compromiso requeridos.

En seis meses de gestión, el presidente Funes y su gabinete no han mandado señales claras sobre importantes demandas como la derogación de la ley de amnistía. Ciertamente, es esta una competencia legislativa, que corresponde a los partidos dentro de la Asamblea, pero no debe olvidarse que la potestad de formular leyes también descansa en Ejecutivo y, por supuesto, en el partido FMLN.

Medidas básicas como la petición de perdón público por los hechos del pasado siguen siendo una aspiración de los familiares de las víctimas, así como también la reparación moral, simbólica y material correspondiente. Todo apunta a que el pragmatismo impera en la toma de decisiones y apuestas políticas del nuevo Gobierno.

El horizonte, como ya se ha insistido en otras ocasiones, debe ser el de las víctimas y sus intereses, no si las medidas son convenientes para cierto grupo o producen réditos electorales. El acceso a la verdad y la construcción de justicia pasan por el compromiso férreo y el respeto absoluto a la dignidad humana.

Como anunciaba Funes en su primer discurso, la idea del cambio abanderada por él y su gabinete no admitía equivocaciones. Sin embargo, en temas sensibles como este, no solo han cometido errores, sino que estos son los mismos que la derecha representada en Arena cometió durante su gestión.

La rectificación de estos errores depende de la sociedad. A pocos días de conmemorarse los 18 años de los Acuerdos de Paz, es necesario que esta reflexione sobre su historia y exija a las autoridades compromisos serios; en otras palabras, un verdadero cambio.

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