Otro desastre que muestra nuestra vulnerabilidad

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Willian Marroquín
09/11/2009

Un fenómeno hidrometeorológico sin precedentes y una alta vulnerabilidad socioeconómica desencadenaron el desastre del 8 de noviembre, que dejó 124 muertos, 60 desaparecidos, más de 10,000 evacuados, puentes y carreteras colapsados, comunidades arrasadas y un estimado de más de 7,000 viviendas destruidas. Todo esto en un día. Aún no hay estimados de los daños económicos, pero sin duda serán elevados, lo que profundizará la crisis económica que ya vive el país.

¿Por qué un fenómeno sin precedentes? La lluvia fue originada por una baja presión en el océano pacífico cuando el huracán Ida ya se desplazaba a México, alejándose del país (parecía que nos habíamos salvado). La intensa lluvia, en la transición del 7 al 8 de noviembre, se localizó con más severidad en la zona paracentral del país (San Vicente), cuyas estaciones meteorológicas registraron más de 300 mm de lluvia en 6 horas. La estación de la UCA registró 110 mm de lluvia en 4 horas (entre las 8:30 p.m. del 7 de noviembre y las 0:30 a.m. del 8 de noviembre), tres veces menos de lo que cayó en San Vicente; y para todo un día, la estación de la UCA registró alrededor de 225 mm y detectó la máxima razón de lluvia de este año de 100.3 mm/hora. En el país, cae un promedio de 1800 mm al año, por lo que la magnitud del fenómeno de la semana pasada no tiene precedente. Los datos de la estación meteorológica de la UCA para el 7 y 8 de noviembre son los siguientes:

 

Estudios como los del PNUD y de la UCA indican que los desastres se construyen socialmente y a lo largo de los años. En el país, la extrema desigualdad en los ingresos (el 10% de los más ricos gana 60 veces más que el 10% más pobre; en los países de más alto desarrollo humano la relación es 5) hace que muchas familias vivan en champas improvisadas ubicadas en barrancas, quebradas y riberas; lugares de alto riesgo y muy susceptibles a las crecidas y desbordamientos de los ríos. En el fondo del desastre ocurrido se esconde el modelo de desarrollo al revés que ha seguido el país desde antes de los Gobiernos de Arena, y profundizado por ellos en los últimos 20 años.

Entonces, el problema que hay que abordar con urgencia es el de la reducción de la vulnerabilidad socioeconómica, que pasa por adoptar un modelo de desarrollo sostenible. Esto tiene que ver con que las familias tengan ingresos estables; capacidad de ahorro, créditos y seguros; tierra, medios de vida, herramientas de trabajo; empleo seguro, experiencia de trabajo; salud, nutrición y seguridad alimentaria; casa segura y apropiada; educación y entrenamiento; red de familiares cercanos; acceso a transporte público y privado; integración a la comunidad y pertenencia a redes sociales; influencia y poder político; acceso a recursos de emergencia (información, albergues, etc.).

Hasta ahora, los esfuerzos del país se han concentran en la reducción de la vulnerabilidad física a través de obras de mitigación (construcción de bordas, bóvedas, etc.). Sin embargo, nuestra fragilidad ambiental quedó al descubierto: 110 mm de lluvia en 4 horas en la capital fueron suficientes para hacer colapsar la nueva bóveda de la colonia Málaga ¿Qué hubiese pasado en San Salvador con la cantidad de lluvia que cayó en San Vicente?

El 3 de julio de 2008, en el desastre de la Málaga en el que murieron 32 personas de la Iglesia Elim, se registraron 51 mm de lluvia en una hora y media, y una rapidez de 232.2 mm/hora (según la estación de la UCA). Estos datos nos muestran que no se trata sólo de realizar obras de mitigación; se trata de resolver el problema esencial de exclusión y pobreza que afecta a las mayorías del país; se trata de parar el crecimiento desmedido de la ciudad de San Salvador, principalmente en las zonas altas.


 Además, este nuevo desastre muestra que el país debe actualizar sus indicadores de gestión de riesgos y retomarlos para planificar su desarrollo. Uno de ellos, el índice de vulnerabilidad prevalente (IVP) (que mide las condiciones predominantes de vulnerabilidad de una nación en términos de exposición en áreas propensas a desastres, su fragilidad socioeconómica y su falta de resiliencia), indicaba que El Salvador, para el año 2000, estaba en la posición dos de doce países estudiados, es decir, el segundo país más vulnerable a desastre como se observa en la tabla (el documento del BID del cual se extrae esta tabla esta disponible en http://www.iadb.org/sds/doc/Informe%20Resultados%20Resumen%20BID%20final.2.8.05.pdf).
 
País

IVP por exposición física

IVP por fragilidad socioeconómica

IVP por falta de resiliencia

IVP promedio
JAM
56
32
64
51
SLV
48
33
62
48
GTM
28
34
79
47
DOM
41
26
60
42
TTO
45
24
56
42
ECU
35
23
60
39
ARG
39
28
49
39
MEX
29
25
61
38
PER
22
16
70
36
COL
18
31
55
35
CRI
39
18
43
33
CHL
15
15
45
25
 

La pregunta ahora es esta: ¿hasta cuándo el país tomará en serio los estudios de desastres y de gestión de riesgos que se publican año con año? La información disponible es suficiente para concluir que se debe cambiar el modelo de desarrollo del país y que la clave, en el tema de los desastres, es la reducción de la vulnerabilidad socioeconómica y la fragilidad ambiental. Esto lleva tiempo; es necesario iniciar cuanto antes. Como se concluía en un reciente foro de gestión de riesgos en la UCA, los desastres son evitables y todos tenemos responsabilidad en que no sucedan.

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