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En el inventario de poblaciones afectadas por el huracán Ida y la baja presión del sábado están la Málaga, San Martín, Santiago Texacuangos, San Pedro Masahuat, Apulo, Aguilares, Verapaz... En síntesis, las mismas del Mitch y el Stan, de los terremotos de 2001 y de todos los fenómenos naturales que se vuelven desastres por las injustas "reglas del juego".
La población excluida siempre paga la factura de las malas decisiones o las incapacidades oficiales, y del estilo de vida de quienes acaparan los recursos y depredan la naturaleza para obtener ganancias. Han sufrido las consecuencias de la crisis económica, de la violencia y ahora de esto. ¿Pudo evitárseles el sufrimiento? Por supuesto.
No sólo se supo que el Ida afectaría al país; también una depresión tropical que entró por la costa pacífica. El Servicio Nacional de Estudios Territoriales informó que la cantidad de agua caída entre la noche del viernes y la mañana del sábado indicaba que había zonas susceptibles a deslizamientos en Alegría y los volcanes de San Vicente y San Miguel, especialmente. Advertencia hubo.
Esto ya había pasado con Gobiernos anteriores. El 27 de septiembre de 2005, una fuerte lluvia inundó la Feria Internacional, la colonia San Benito, la Málaga, La Vega, Candelaria, el barrio Modelo y la colonia Santa Anita, dentro de la capital.
Se alegó que en quince minutos había caído el agua de una hora de tormenta. "Nos enfrentamos a una lluvia fuera de lo normal", dijo el entonces ministro de Gobernación, René Figueroa.
Ahora, el director de Protección Civil, Jorge Meléndez, usa un argumento parecido para explicar la tardía declaración de alerta. "Cuando se presentan eventos grandes, es difícil tener una apreciación inmediata, sobre todo siendo de noche", aseguró. ¿Cuál es la diferencia entre ambas declaraciones?
Tampoco se vale explotar el dolor de la población con fines partidistas. Deben deducirse responsabilidades por no actuar a tiempo, con base en las recomendaciones de personas expertas. De confirmarse negligencia o error, deberían surgir renuncias inmediatas, lo esperable en un país normal.
Es cierto que las administraciones anteriores fueron incapaces de disminuir la vulnerabilidad en las zonas afectadas ahora y en el pasado. Como bien dijo en un noticiero televisivo Alfredo Cristiani, en el volcán de San Vicente los terremotos de 2001 dejaron una grieta amenazante. ¿Por qué no hicieron nada Francisco Flores y Antonio Saca?
En medio del griterío permanente e interminable de acusaciones mutuas entre los rivales políticos, la gente más humilde llora a sus seres queridos y la pérdida de sus precarios haberes. Por las víctimas urge tomar medidas para romper con tan inmerecido destino.
Ese pueblo pobre y maltratado recibió la solidaridad de Romero y los mártires de la UCA. La otra parte de la población que resultó menos afectada también se ha cargado de dignidad y comparte desde su pobreza la abundancia de su corazón, que no tiene crisis de solidaridad. Estas personas merecen, más que una mención especial, admiración. Todos y todas deberíamos imitarlos y prolongar ese sentimiento para resolver nuestras otras vulnerabilidades.
