Recientemente fue inaugurado el Centro Nacional de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades (CENICSH) por parte del Viceministerio de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación. Algo por lo que hay que alegrarse en un país en el que la ciencia y la tecnología nunca han estado entre las prioridades de la agenda nacional. El simple hecho de anunciar su creación abre esperanzas de que la ciencia y la tecnología se conviertan en ejes fundamentales del desarrollo social y económico del país.
Sin embargo, el Centro nace con una agenda de investigación demasiado amplia: hará estudios sobre ciencias económicas, democracia, migración, antropología, historia, conflictos y movimientos sociales, jóvenes y sociedad, estudios culturales y manifestaciones artísticas en El Salvador, y estudios de género. Cada una de estas áreas tiene un pequeño desglose que amplía aún más sus contenidos. De entrada, es una propuesta de agenda muy ambiciosa que requerirá de un personal investigador numeroso para hacerle frente.
Dado que de las agendas de investigación se derivan los requerimientos de personal, laboratorios y recursos financieros, así como los programas, proyectos y actividad científica a desarrollar, lo primero que habría que hacer es, entonces, acortar la agenda a no más de dos áreas. Mejor poco, pero bueno y de calidad.
Por otra parte, la ubicación del Centro dentro del organigrama del Viceministerio de Ciencia y Tecnología es interesante, pero extraña. Interesante porque es la primera vez que un centro de esta naturaleza se ubica dentro de la estructura formal del Gobierno (en infraestructura); extraño porque el Viceministerio se convierte ahora en un ente ejecutor de investigaciones, ya no de soporte y dirección de la investigación como es lo normal. Usualmente, las investigaciones son realizadas por individuos o personas (que pueden ser inventores o usuarios que diseñan soluciones para sus propias necesidades), universidades (a través de sus laboratorios), organizaciones sin fines de lucro (fundaciones, ONG, etc.), laboratorios o centros de investigación nacionales (como Centa y Cendepesca, entre otros) y empresas.
Además, las investigaciones pueden realizarse a través de grupos conformados por varias de las entidades enumeradas antes; grupos cuyo vínculo es un interés científico y tecnológico común, y que dan lugar a los llamados clusters. Por lo general, los centros o laboratorios de investigación nacionales se ubican en universidades, en donde, junto con otras entidades de investigación, se crean parques de ciencia o de innovación. Todo ello con la idea de formar cadenas de ciencia donde unos producen conocimiento, otros lo usan y otros proveen insumos de soporte a la investigación. Una dinámica que genera nuevas entidades de investigación por el proceso conocido como spin off. Tener al CENICSH desvinculado de ese proceso podría crear élites que muy pronto podrían divorciarse de los problemas reales del país. Lo ideal sería que el Centro poco a poco se insertara en un parque de ciencia y que luego adquiriera identidad propia.
En general, los centros tienden a crear grupos intelectuales que trabajan más en función de sus intereses personales que por los de la nación. Esto podría acentuarse aún más en nuestro país debido al limitado número de investigadores, y podría dar pie al desmantelamiento de otras entidades de investigación. Hay que estar conscientes de esta situación. Lo ideal hubiese sido que, en paralelo a la creación del CENICSH, se fortaleciera a las entidades de investigación que ya existen y producen conocimiento. Debilitarlas a costa de la creación del Centro sería un grave error.