Una decisión riesgosa

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Idhuca
04/11/2009

No hay que engañarse. El entrenamiento de los militares, además de capacitarlos para soportar condiciones extremas y sobrevivir, los adiestra para aniquilar al oponente. Un soldado no intenta someter a su adversario y apresarlo. Toma prisioneros si estos se rinden o quedan heridos, pero su objetivo es matar.

La historia salvadoreña, antes del fin de la guerra, ha registrado graves violaciones a los derechos humanos, y en la mayoría de éstas la Fuerza Armada ha sido señalada como responsable. Una vez finalizado el enfrentamiento armado, no había contra quien combatir. Toda la presión nacional e internacional se dirigió al Ejército, y por supuesto que debía cumplir lo acordado entre el Gobierno y la guerrilla.

En todo este tiempo, no hubo quién supervisara la formación de los cadetes y soldados de la "renovada" Fuerza Armada. No obstante, el asesinato del cadete Erick Mauricio Peña Carmona a manos de sus propios compañeros mostró la existencia de prácticas poco civilizadas en la educación castrense.

Además de Erick, hubo otros militares que denunciaron agresiones y hostigamientos en el entrenamiento. También el caso del ahora teniente coronel Adrián Meléndez Quijano muestra que en el fondo hay restos de la vieja Fuerza Armada. Él fue hostigado por denunciar a un oficial que le disparó a una familia. Esta denuncia provocó variadas arbitrariedades en su contra.

La diferencia entre la medida que recién se ha adoptado y lo ocurrido antes, con los planes Caminante, Grano de Oro y los Grupos de Tarea Conjunta, es que los militares salen a las calles con más facultades que entonces. No sólo van a patrullar; participarán en los registros y requisas de personas y vehículos. Además, podrán realizar detenciones cuando haya flagrancia.

Pero no cambia sólo eso. La gente percibe que ha aumentado la criminalidad, que la situación es insoportable, y demanda soluciones. Y suele ocurrir que en ese tipo de contextos amplios sectores de la población se inclinan por la aplicación de acciones de "mano dura" contra los delincuentes. Eso es peligroso.

Es arriesgado que la Fuerza Armada crea que es la salvación del país. Antes creyeron que eran los que defenderían a la patria de la agresión comunista; ojalá que ahora no se crean responsables de librarla de las pandillas, los narcotraficantes y las bandas delincuenciales. A partir de este 6 de noviembre, y durante seis meses, los militares andarán en las calles.

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