YSUCA: tradición de palabra y verdad

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El próximo 11 de noviembre, Radio YSUCA, “La voz con vos”, cumplirá 25 años de estar al aire. Como sabemos —y nunca está demás reiterarlo—, fue el padre Ignacio Ellacuría el que planteó la necesidad de que la proyección social de la UCA utilizara, de forma permanente y variada, los medios de comunicación. Hablaba del uso de la radio, de publicaciones populares, de revistas, boletines, etc. Lo importante, decía, es adecuar el instrumento al interlocutor que se busca. Señalaba, además, que aunque la prioridad es la formación de la conciencia popular, no debe descuidarse al resto de sectores sociales. Y recalcaba que la Universidad tiene una finalidad muy precisa al montar su propia radio: poner el conocimiento universitario a disposición de los sectores mayoritarios del país. Así pues, junto a las publicaciones escritas y visuales, YSUCA ha sido un instrumento eficaz de crecimiento mutuo entre lo universitario y lo popular, en la perspectiva en que lo apuntaba Ellacuría.

Lo que nació como un modesto instrumento de comunicación se ha constituido en un verdadero espacio de proyección social, donde se difunde y promueve la palabra de la UCA procurando formar la conciencia colectiva con criterios éticos y políticos, derivados de los conocimientos producidos por la academia y del testimonio de nuestros mártires. Pero YSUCA no ha sido pensada y desarrollada exclusivamente para la institución académica de la que forma parte, sino para el pueblo salvadoreño (y centroamericano), que debe ser, en definitiva, el interlocutor de la Universidad y el protagonista principal de la palabra. De ahí que se afirme que ni la UCA ni YSUCA son dueñas de la palabra, sino más bien gestoras. ¿Qué significa este encargo?

Significa que, como gestoras o administradoras de la palabra, deben contribuir al empoderamiento de la población más débil y vulnerable; deben cultivar la participación informada, fomentar el pensamiento crítico de sus interlocutores, abrir espacios para el debate pluralista, mantener la voluntad de verdad, animar a la cultura del encuentro, el diálogo y el consenso. En esta línea, son ejemplares los legados del beato Romero y del padre Ellacuría. En ellos la comunicación fue, por vocación y por necesidad histórica, parresía, es decir, valor para comunicar verdad, con franqueza y libertad.

Romero proclamaba:

La verdad físicamente puede ser muy débil como el pequeño David; pero por más grande, por más armada que se proponga la mentira, no es más que un fantástico Goliat que caerá por tierra bajo la pedrada de la verdad.

Y al defender a las víctimas de la violencia desde su palabra profética, decía:

Queremos ser la voz de los que no tienen voz para gritar contra tanto atropello de los derechos humanos. Que se haga justicia, que no queden tantos crímenes manchando a la patria [...] Que se conozca quiénes son los criminales y que se dé justa indemnización a las familias que quedan desamparadas.

Ellacuría, por su parte, al explicar el sentido de una universidad de inspiración cristiana coherente con la opción por los pobres, declaraba:

La universidad debe encarnarse entre los pobres intelectualmente, para hacer ciencia de los que no tienen voz, el respaldo intelectual de los que, en su realidad misma, tienen la verdad y la razón, aunque sea a modo de despojo, pero que no cuentan con las razones académicas que justifiquen y legitimen su verdad y su razón.

Ahora bien, esta práctica comunicativa en la que la población hace sentir su voz es una exigencia ética que implica a todos los medios de comunicación. Cuando hay un ejercicio realmente democrático de los mismos, se fortalece la opinión de la sociedad civil y se toma distancia de las presiones políticas partidarias o de los intereses económicos dominantes. Propicio es recordar en este contexto las tres exigencias que el papa Francisco ha propuesto para el mundo de las comunicaciones sociales. Esto es, amar la verdad (honradez consigo mismo, con los otros y con la realidad), vivir con profesionalidad (independencia frente a los poderes formales o fácticos) y asegurar el respeto a la dignidad humana, porque detrás de una simple narración hay sentimientos, emociones, en definitiva, la vida de personas.

Y a la ciudadanía —individual o colectivamente considerada—, que debiera ser la protagonista principal de la palabra, se le exige la práctica del principio y fundamento de la comunicación: la persona y la comunidad humana son los sujetos de la acción comunicativa. Aplicado este principio a YSUCA, podemos decir que la Universidad, por medio de sus académicos y estudiantes, actualiza la misión de la emisora. Pero, como diría en su momento el padre Rodolfo Cardenal, dicha misión no estaría completa sin la participación directa del pueblo salvadoreño. Y añadía: “YSUCA es beligerante porque cultiva la cultura de la vida y la comunica por medio de la palabra, palabra suya y también palabra del pueblo, pronunciada por el mismo pueblo, sin intermediarios”.

Jon Sobrino nos ha dicho que “tradición” es hacer presente y poner a producir algo bueno que nos fue entregado. Y que es esencial saber que no se entrega cualquier cosa, sino aquello que merece darse. Y en seguidas explica: nuestros mayores nos entregaron una tradición de la palabra y de la verdad, y una radio para proclamarla. Por eso, recalca Sobrino, en YSUCA hay que seguir cultivando la verdad, con responsabilidad y creatividad. Sin duda, celebrar los 25 años de la radio en el contexto del XXVII aniversario de los mártires de la UCA inspira a para darle continuidad a la tradición de la palabra y la verdad. Mantener este vínculo y proyectarlo en la programación radiofónica debe ser el horizonte.

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Anónimo
08/11/2016
17:17 pm
Me gusto el articulo
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