Ante todo, espectáculo

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Editorial UCA
01/02/2023

En un contexto mundial de primacía del espectáculo, el Gobierno y el presidente de El Salvador destacan por apostar sin reparos por la imagen y la forma por sobre la realidad y el contenido. Como un espectáculo se anunció, por ejemplo, la construcción del hospital para atender a los pacientes de covid-19, y también como un espectáculo virtual se inauguró. Sin embargo, hasta el momento, sigue sin permitirse el ingreso de medios de comunicación no oficiales a las instalaciones. La razón es obvia: no exponer lo prometido y dicho a la prueba validadora de lo real. De la misma manera, con bombo y platillo se aprobó la ley general de recursos hídricos,  pese a que no reconoce a las más de 2,000 juntas de agua que administran sus propios sistemas, ni permite la  participación de la ciudadanía en la gestión del líquido, ni pone freno a la explotación privada del agua.

Utilizando una expresión de Mario Vargas Llosa, El Salvador vive en la lógica de la civilización del espectáculo, donde las noticias de impacto copan los espacios informativos. Buscando generar el mayor impacto posible, la reforma del sistema de pensiones se presentó como la mejor de la historia, aunque no aumenta la cobertura, profundiza la desigualdad de los montos de las pensiones y mantiene el esquema privado. Por otra parte, la adopción del bitcóin, a pesar de su estrepitoso y evidente fracaso, sigue enarbolándose como la salvación de la economía nacional y se sigue promocionando al país como pionero de un cambio de sistema. Y como si se tratase de la visita a un museo se presentó la cárcel más grande de América Latina; una obra que parece enorgullecer al presidente cuando más bien debería causarle vergüenza, pues evidencia los niveles de delincuencia, la marginación social y el deficiente sistema de justicia.

La estrategia de propaganda gubernamental incluye y requiere miles de canales de YouTube, páginas de Facebook y cuentas en Twitter; cientos de youtubers e influencers a sueldo para hacer creer a la gente que anuncio equivale a realidad, aunque cada vez haya menos que comer en las mesas. En el caso salvadoreño, la derecha política siempre se preocupó más por multiplicar apariencias y afinar ornatos que por crear o transformar realidades. El Gobierno de Bukele la ha superado con creces. Y por la cercanía de las elecciones, cabe esperar una exacerbación de la tendencia, una huida planificada de una realidad nacional cada vez más lacerante y difícil hacia un país de castillos en el aire.

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