El 5 de octubre se celebra el Día Mundial de los Docentes. Para este año se ha escogido el lema “Valoremos al docente, mejoremos su situación profesional”, a fin de reflexionar sobre la profesión, en qué condiciones se realiza, y buscar los medios necesarios para elevar su estatus. Y es que en la mayoría de los países con bajo índice de desarrollo humano los docentes son poco valorados, trabajan en condiciones muy difíciles, sin recursos pedagógicos adecuados, reciben un bajo salario y, en muchos casos, no cuentan con la formación necesaria para responder a los retos actuales de la educación. Ello es contradictorio con la premisa, mundialmente aceptada, de que la educación de calidad es uno de los principales fundamentos para avanzar hacia un mayor desarrollo económico y social. Cambiar esta situación es un reto al que se enfrentan los países pobres si desean salir del subdesarrollo. Sin embargo, mejorar la educación y valorar a los docentes en su justa medida requiere de recursos que parecen no estar disponibles, o peor aún, no hay la voluntad de que lo estén.
El Salvador no es ajeno a esta situación. Como es sabido, son muchas las deficiencias de nuestro sistema educativo, desde la falta de recursos económicos y materiales, pasando por la desorganización en la asignación de plazas, hasta la inexistencia de un proceso de evaluación real de la calidad docente. La promesa de dedicar el 6% del PIB a educación es una quimera. Todos dicen apoyarla, pero nadie está dispuesto a concretarla; la inversión en la educación nacional sigue estancada en el 3%. El Salvador Educado, un plan valioso y muy ambicioso que busca responder efectivamente a las necesidades de mejora de la educación en nuestro país, enfrenta la limitación de siempre: no se consiguen los recursos para su implementación. Para llevarlo a la práctica, se requiere al menos doblar el presupuesto asignado al ramo. En realidad, aunque todos afirmen que mejorar la calidad de la educación es clave para salir de la situación de pobreza y estancamiento económico, no parece haber disposición, ni en la sociedad ni en el Gobierno, de en verdad apostar por dicha mejora.
En la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el objetivo 4 apunta a “garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos”. Uno de los elementos fundamentales para ello es contar con los docentes adecuados. Y en El Salvador poco hemos avanzado al respecto. Se sigue insistiendo machaconamente en que la mala calidad de los docentes se debe al cierre —hace décadas ya— de las escuelas normales y a que las instituciones hoy encargadas de su formación no están realizando bien su trabajo. Aunque algo de razón puede haber, se pierde de vista que los planes de formación de docentes se elaboran en el Ministerio de Educación y que hay muchos otros elementos que intervienen en la calidad de la educación. Sin acceso a recursos pedagógicos, con apenas cuatro horas de permanencia diaria en la escuela, con salarios que obligan a muchos maestros a hacer doble jornada, con escuelas en condiciones físicas deplorables, con docentes a los que se les asignan materias para las que no se han preparado, con padres despreocupados de la educación de sus hijos es muy difícil tener una educación de calidad.
El marco de acción de la Unicef para alcanzar las metas educativas de 2030 enfatiza que los docentes deben tener “las competencias necesarias, ser contratados y remunerados de forma adecuada, recibir una buena formación, estar profesionalmente calificados, encontrarse motivados, y recibir apoyo dentro de sistemas dotados de recursos, eficaces y bien administrados”. He ahí una hoja de ruta para nuestro país. Hay que hacer los mejores esfuerzos para capacitar y actualizar a los docentes, tanto a los nuevos como a los que ya tienen años de servicio, pero también es necesario motivarlos mediante la valoración de su labor. Y para ello es clave implementar un sistema nacional de evaluación, que permita reconocer a los mejores y apartar a los que no tienen las competencias necesarias. La sociedad salvadoreña, nuestros niños, el futuro del país necesitan de docentes que no solo cuenten con los recursos indispensables para realizar su labor, sino, y sobre todo, que estén comprometidos con los valores del magisterio.