El Día Mundial del Medio Ambiente, que desde 1972 se celebra el 5 de junio, cobra cada vez más relevancia a nivel mundial. Aunque la protección de la naturaleza es tarea de todo el año, el 5 de junio alcanza su punto más alto al involucrar a personas e instituciones de todas las naciones. En El Salvador, dadas las agudas condiciones de deterioro medioambiental, la fecha fue propicia para clamar por dar un golpe de timón que nos saque de la senda de destrucción en la que hemos caminado, y cuyos efectos no admiten réplica: constantes inundaciones de comunidades y cultivos, inminente estrés hídrico, deforestación masiva de nuestro suelo. Además, sobre la zona norte pende la amenaza que representan las empresas mineras, y las grandes corporaciones inmobiliarias no perdonan bosque, montaña o playa a fin de obtener ganancias, que se disfrazan en la opinión pública como obras que abonan al desarrollo del país.
¿Es posible revertir una situación de vulnerabilidad tan grande? ¿Puede El Salvador dar pasos importantes en la protección del medioambiente? Como pasa con los problemas fundamentales del país, las causas de la degradación ambiental tienen un carácter estructural. Y aunque a algunos les suene a ideología, a la base de la destrucción medioambiental está la lógica de expoliación de un capitalismo voraz. Para este, no hay límites naturales o humanos que frenen su ambición. Su principio de maximizar las ganancias y minimizar los costos se reduce sin matiz al dinero. Por la historia de despojo y ambición que lo caracteriza, El Salvador vive hoy una situación ambiental que pone en peligro la viabilidad de la vida.
Fue el afán de lucro lo que llevó a que grandes extensiones de terreno se dedicaran al cultivo del añil para su exportación y a que los ladinos y criollos, junto a la Iglesia, despojaran al indígena no solo de la tierra para el cultivo del café, sino de toda relación con ella, incluida su espiritualidad y forma de posesión. Y la misma lógica explica la introducción de la caña de azúcar y del algodón, así como los grandes proyectos inmobiliarios de nuestros días. Incluso los que pretenden venderse como amigables con el medioambiente tienen de fondo la rentabilidad. No existe capitalismo capaz de un uso sustentable de los bienes naturales. Plantear un modelo capitalista de desarrollo que sea responsable con la naturaleza es un absurdo o una especie de utopía.
El desafío que la situación medioambiental de El Salvador plantea es pensar a largo plazo, planear. No podemos aspirar a recuperar el medioambiente sin planear. Y el mercado pocas veces responde a necesidades de largo plazo. Tampoco la economía de sobrevivencia puede darse el lujo de planear. Un candidato a la presidencia con perspectiva cortoplacista en materia ambiental, circunscrita a los cinco años de gobierno, y sin ánimo de buscar alternativas a la lógica depredadora del mercado, no es digno del voto en un país en las condiciones de El Salvador. Sencillamente, nuestro país no será viable sin una propuesta ecológica seria; no podrá sobrevivir sin un programa de protección a lo que queda de bosque, de reorientación de tierras hacia la producción forestal y de creación de fuentes alternativas de energía.
Ya hay luces que alumbran ese camino. La conciencia sobre el problema ambiental del país crece continuamente; la movilización de ciertos sectores en este sentido es esperanzadora. Por ejemplo, la lucha en contra de la minería no ha bajado la guardia. Y la Estrategia Nacional del Medio Ambiente, presentada precisamente el 5 de junio por los titulares del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, es un signo positivo de que se empieza a pensar en el largo plazo. La necesaria y urgente Ley General de Aguas que reconozca al vital recurso como un derecho humano está ya en discusión en la Asamblea Legislativa; su aprobación será un fuerte impulso para la gestión medioambiental. Todavía estamos a tiempo; no es tarde para sumar los esfuerzos de todos para salvar nuestro medioambiente y heredar a las nuevas generaciones un mejor país. Es tiempo de aprender de los errores del pasado, y planear un futuro verde, sustentable, responsable.