Cada tanto se presenta en la Asamblea Legislativa la propuesta de que la Biblia se lea en las escuelas para formar en valores a los jóvenes. Hasta la fecha y de manera atinada, la moción no ha prosperado, pero sus promotores siguen insistiendo en la bondad de la misma, y es posible que a base de tanto pedir terminen saliéndose con la suya. Al respecto, es importante hacer algunas consideraciones. Aunque algunos afirmen que la crisis de valores es propia de la actualidad, la sociedad salvadoreña a lo largo de su historia ha puesto en cuestión e incluso negado valores esenciales, como la igual dignidad humana, la solidaridad, la justicia y la libertad. Es necesario reconocer que nuestra sociedad ha despreciado estos valores con virulencia y que ese desprecio se tradujo en la persecución y el asesinato de los que luchaban por ellos, como sucedió con monseñor Romero y los jesuitas de la UCA.
Y eso no es cosa de un pasado ya superado. Hoy en día, algunos grupos de poder niegan estos valores cuando proponen políticas públicas que desconocen la igualdad de derechos para todos los salvadoreños. Oponerse a la existencia de un único salario mínimo para todos los sectores productivos, otorgar arresto domiciliario a personas que han cometido graves delitos mientras a la gran mayoría se le arroja a penales de condiciones inhumanas, proteger a exmilitares violadores de derechos humanos, cerrar los ojos ante el crimen organizado, tolerar la corrupción de amigos y correligionarios, aplaudir las ejecuciones extrajudiciales son muestras de que los valores de la igual dignidad humana y la justicia no rigen en nuestro país.
Esta crisis viene de antiguo y no afecta únicamente a un grupo etario, no es un problema solo de la juventud; es una realidad que toca a todas las edades y a todos los estratos sociales. En ella participan, activa o pasivamente, religiosos, empresarios, políticos, funcionarios del Estado; gente que debería dar ejemplo actuando en coherencia con los principios que recetan a los demás. Ciertamente, los niños y jóvenes salvadoreños requieren de valores, pero en primer lugar hay que definir cuáles son los más necesarios para nuestra sociedad y aquellos que gozan de mayor consenso. Luego se debe trabajar un plan para llevarlos formativamente a las escuelas, lo cual supone definir, además de los contenidos, una propuesta metodológica y didáctica que permita su apropiación y práctica diaria.
En contraste, la lectura de la Biblia en las escuelas no solo es una propuesta simplista, sino que puede tener efectos contraproducentes. La Biblia es un conjunto muy diverso de libros, pertenecientes a distintos géneros literarios, escritos en diferentes contextos y que responden a momentos históricos específicos. Proponer su lectura para fomentar valores no es acertado, pues ciertos textos bíblicos dan cuentan de acciones e ideas que no necesitamos en nuestra sociedad. En algunas partes de la Biblia se hace apología de la venganza, la violencia y la guerra, se fomenta el machismo, se promueven la intolerancia y el irrespeto a otras culturas y civilizaciones; aspectos que son contrarios a los valores que hacen falta en El Salvador para avanzar hacia una convivencia respetuosa y pacífica. Pero aun si se restringiese la lectura de la Biblia a ciertos pasajes, haría falta capacitar a los maestros y elaborar un plan didáctico que asegurase la adecuada formación de niños y jóvenes.
En el mundo existe una amplia variedad de programas educativos para formar en valores; la mayoría de ellos lo hacen de la manera correcta, sin crear conflictos con la laicidad de las escuelas y el debido respeto a los credos religiosos. Estas experiencias, ya probadas, sistematizadas y que arrojan resultados positivos, están a disposición de cualquiera en bibliotecas físicas y virtuales. Las autoridades del Ministerio de Educación harían bien en ponerles atención, en conocerlas, estudiarlas y apoyarse en ellas para construir un programa de formación en valores adecuado a nuestra realidad. Y sin necesidad de ir muy lejos, en El Salvador también hay experiencias interesantes al respecto, entre las que cabe mencionar la de Fe y Alegría, una institución que gestiona escuelas públicas en las que ha desarrollado programas de formación en valores con pleno respeto a la diversidad religiosa y sin contravenir nuestras leyes. Este es el tipo de propuestas que se requieren para la niñez y la juventud salvadoreñas.