Es llamativa la extrema dificultad de muchos en la sociedad, sean personas particulares o instituciones, para aceptar resultados adversos y diferentes a lo que ellos creen que es la realidad. A esta actitud se le llama intolerancia, y de ella estamos muy nutridos en El Salvador. Un ejemplo es la manera en que han sido recibidos los resultados de la última encuesta del Iudop, dados a conocer la semana recién pasada. En el tema electoral, los datos que arroja la encuesta difieren de los de los sondeos publicados con anterioridad por otras casas encuestadoras, y por eso ha sido severamente cuestionada. Según los resultados del estudio del Iudop, el FMLN y su candidato gozan del mayor apoyo electoral; Arena queda en segundo lugar y su candidato, en el tercer puesto de las preferencias electorales de la población. Además, Antonio Saca queda en segundo lugar como candidato, mientras que GANA y los demás partidos que forman la coalición Unidad ocupan en conjunto el tercer lugar en la preferencia de los encuestados.
En general, la encuesta ha sido cuestionada por aquellos a quienes no les favorecen los resultados. Llama la atención la virulencia de algunas declaraciones hechas públicamente y de algunos de los comentarios al pie de las notas periodísticas sobre la encuesta. Sin embargo, esto no es nuevo: ya antes otras encuestas han sido criticadas con acritud o descalificadas por los que no ocupan el primer puesto en los resultados o que ven disminuir sus porcentajes de apoyo entre la población. Así, con independencia de la trayectoria y prestigio de las casas encuestadoras, está claro que los resultados de un sondeo de opinión solo serán bien recibidos por los que salen triunfantes en la foto, y rechazados con inquina por los que quedan ubicados en los escalones inferiores del podio de las preferencias ciudadanas.
Durante la larga y en parte ilegal campaña electoral, los partidos políticos y sus candidatos tienen como único objetivo ganar la elección, y se convencen y tratan de convencer de que los propios son los mejores candidatos para gobernar el país. Por ello, cualquier obstáculo que les surge en el camino es rechazado de inmediato. Sin embargo, es poco racional pensar que el resultado de una encuesta puede afectar a un determinado partido y favorecer a otro. En todo caso, los resultados de una encuesta deberían ser bien analizados tanto por los que se ven favorecidos como por los que no resultan tan bien parados. Por principio, cuando sigue criterios técnicos, una encuesta es una mina de información, y analizarla con calma puede ayudar tanto a los partidos políticos participantes en la contienda como a sus candidatos. Las encuestas serias permiten conocer las razones por las que la población no apoya una determinada candidatura y se decanta a favor de otra. En última instancia, ayudan a resolver preguntas clave: ¿qué debe cambiarse para tener un mayor nivel de apoyo entre la ciudadanía?, ¿qué aspectos no se han tocado en la campaña que son de interés de la población?
Los partidos políticos y sus candidatos tienen poca costumbre de oír a aquellos que no forman parte de sus bases. Frente a esa sordera interesada, las encuestas son un espacio privilegiado para escuchar y conocer lo que piensa una muestra representativa de la población. En el caso del último sondeo del Iudop, se trata de una muestra a nivel nacional. Si las encuestas que encargan los partidos políticos, si los datos que ellos dicen tener, se basan en consultas hechas durante sus actividades proselitistas y/o a segmentos de la ciudadanía que les son afines, es muy fácil engañarse, pues a los actos partidarios asisten los que están convencidos y muchos curiosos que, además de querer conocer al candidato, van buscando qué les dan. El clientelismo político, tan típico de El Salvador, favorece la asistencia multitudinaria a las concentraciones de los partidos, pero eso no tiene mucho peso en el número de votos que al final tendrá un candidato.
Por otro lado, es incomprensible la extrañeza de unos y otros ante los resultados de encuestas como la del Iudop. Si un gobernante está bien evaluado, si su gestión es percibida como buena o muy buena, y si la mayoría piensa que ha supuesto un cambio positivo para el país, no es de extrañar que la población quiera que ese estilo de gobierno siga adelante. Es normal, pues, que prefieran apoyar al partido gobernante, y no a otros. Si además se tiene en cuenta que uno de los candidatos ya fue presidente, cometió errores graves, carga con sospechas de corrupción y dejó el país en una situación delicada; y que el otro representa al partido que gobernó el país por 20 años sin lograr lo que prometió y sin responder a las demandas de la mayoría de la población, parece lógico que no cuenten con mucho apoyo social. Por otra parte, ninguno de los candidatos, el del FMLN incluido, ha presentando propuestas creíbles y serias para resolver los dos grandes problemas nacionales que acaparan las preocupaciones ciudadanas: la violencia y la economía. De no llenarse ese vacío, al final no importará quién gane la elección, pues tendremos más de lo mismo.