La victoria de Mauricio Funes

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En un país como El Salvador, con una tradición muy presidencialista, la figura del candidato a la presidencia de la República tiene un peso especial. Por eso hablamos de la victoria de Mauricio Funes y no de su partido. Evidentemente, no se puede entender hoy por hoy la victoria de Mauricio sin el respaldo del FMLN. Pero tampoco se puede entender este cambio político sin tener básicamente en cuenta el peso del candidato.

Algunos analistas han repetido hasta la saciedad que el cambio en El Salvador está todavía sometido a muchas variables. Y que una buena parte del futuro se definirá según se impongan los elementos más duros del FMLN o se consoliden los amigos de Mauricio. Sin embargo, esa visión es miope y de corto alcance, porque no tiene en cuenta otros factores decisivos tanto en el triunfo de Mauricio como en la realidad salvadoreña.

En esta nueva opción de Gobierno tomada por el pueblo salvadoreño, hay que contemplar un creciente deseo de la población: la gente quiere que la democracia sea de mayor calidad en El Salvador. Arena en sus cuatro mandatos no ha conseguido ni vencer la pobreza ni alcanzar una democracia de calidad. No hay transparencia, no se deducen responsabilidades a los funcionarios corruptos o que cometen ilegalidades, no se independiza realmente al Estado del patronato que poderes económicos de grupos muy reducidos ejercen sobre él y que impiden una lucha eficaz contra la pobreza.

Este último factor, unido a la incapacidad de Arena de manejar la crisis económica de 2008, en la que confluyeron la escasez de granos básicos y el aumento del precio del petróleo, rebasó totalmente la idea de que sólo el partido de derecha sabía manejar la economía de El Salvador. Hoy, los analistas areneros tienden a culpar del fracaso electoral de Arena al presidente Antonio Saca. Pero Arena perdió las elecciones porque una buena parte del país se hartó de una política demasiado influenciada por el poder económico de cinco grandes grupos, que no han logrado sino establecer un modelo de desarrollo desigual y vulnerable. Esos grandes millonarios, que en los últimos días de la campaña electoral se dedicaron a dar entrevistas hablando del peligro de una victoria del FMLN y a colgar banderas de Arena en sus edificios en construcción, son los grandes protagonistas de fracaso de este instituto político. Es muy fácil echarle la culpa al presidente saliente. Pero si se hace un análisis desapasionado, los verdaderos responsables tienen otros nombres. Nombres de grandes empresarios, que han sido los que siempre han dominado la política económica de Arena y que han impedido que este partido evolucione más rápidamente hacia una derecha moderna y con mayor sentido social.

El que tiene poder tiende siempre a la ceguera. Y los más ricos de El Salvador no se han dado cuenta de que la gente no cree ya que ellos sean el principal factor de desarrollo salvadoreño. Este país emprendedor y de pequeños empresarios está harto de que no haya verdadera competencia y de que unos pocos acaparen la mayor parte de la riqueza; desea una democracia distinta, más funcional, transparente y con reglas iguales para todos; está seguro de que con la calidad trabajadora del pueblo salvadoreño, y con reglas claras y no sesgadas hacia los más ricos, la pobreza se puede vencer y las cosas pueden mejorar.

Esa clase media empresarial, unida a las clases medias ilustradas y a los pobres con conciencia crítica lograron, sin que hubiera un pacto explícito, articularse en torno a la figura de Mauricio Funes. Los dirigentes clásicos del FMLN no convencían a ese empresariado medio. Y tampoco entusiasmaban unánimemente a la clase media ilustrada. Lograban, eso sí, entusiasmar a los pobres que luchaban contra la injusticia y arrastraban tras sí, como único recurso realista, a un buen sector de quienes tenían conciencia crítica. La figura de Mauricio, con todo su historial de racionalidad crítica, de trayectoria en favor de la democracia y de independencia personal ante los poderes clásicos salvadoreños, logró esa coincidencia entre los sectores arriba mencionados. El fracaso de las políticas económicas de Arena, la falta de reglas claras propiciada por los grandes millonarios de El Salvador, cada vez más desprestigiados, y la mala gestión de la crisis del año pasado contribuyeron todavía más al triunfo electoral de esa especie de coalición de centro-izquierda que logró superar a la derecha.

Tal vez unas gotitas de Barak Obama colaboraron también al triunfo. La insistencia de la embajada de Estados Unidos en su imparcialidad, el hecho de que los únicos que amenazaban con represalias si ganaba la izquierda fueran del partido republicano, el conocimiento de que Obama había ganado al partido de los millonarios en Estados Unidos daban un poco más de esperanza a este pueblo salvadoreño, tan cercano a los Estados Unidos en migrantes, remesas y relaciones. El ex presidente Flores, mucho peor que Tony Saca en su forma de gobernar, dijo en su momento que el mayor honor de su vida había sido que el presidente Bush le llamara amigo. Hoy, sin el paraguas protector de una política norteamericana desquiciada, el fracaso del proyecto político de los millonarios del partido Arena se ve demasiado claro.

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Anónimo
29/04/2009
07:20 am
Muy buen análisis, me parece que está bien formulado; sin embargo hay que tomar en cuenta también que el hecho que haya cambiado el gobierno, no significa que el poder haya cambiado, me parece que lo siguen teniendo esas 5 familias de millonarios y por lo tanto van a incidir en la toma de deciciones, por lo que es de esperar que el plan de gobierno no funcione a cabalidad como se espera o que hayan cambios de la noche a la mañana, los invito a tener un poco de paciencia y exigir mas transparencia en los organismos públicos, solo así se presionará un poco mas a que el sistema democrático y el estado de derecho se vaya consolidando cada vez más, gracias
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