El sábado 20 de mayo, el país vivió una tragedia que dejó una docena de personas fallecidas y más de un centenar de heridos y golpeados. Lo que debería haber sido una fiesta deportiva en el estadio Cuscatlán se convirtió en una noche de dolor y muerte. El hecho se investigará con más o menos seriedad, se formularán posibles explicaciones a lo ocurrido, se señalará a supuestos culpables, pero por sobre ello permanecerá la muerte de quienes solo buscaban un momento de esparcimiento y el dolor de las familias que han perdido a un ser querido.
Por otra parte, en estas últimas semanas, graves y aparatosos accidentes de tránsito han causado una larga serie de víctimas mortales. Al final de cada año, las estadísticas cuentan por miles los salvadoreños y salvadoreñas que pierden la vida o quedan terriblemente lesionados en accidentes de tránsito, siendo esta una de las primeras causas de muerte en el país. Según las autoridades, las causas de los accidentes son siempre las mismas: exceso de velocidad, conducir en estado de ebriedad, distracción del conductor, imprudencia peatonal o desperfectos mecánicos. Todas ellas pueden evitarse.
Es importante asumir esta realidad tan dolorosa, no para aceptarla como algo sobre lo que nada se puede hacer ni entenderla como un destino fatal, sino para tomar acciones eficaces que lleven a prevenirla y evitarla. En todos los hechos en que intervienen personas es posible encontrar un comportamiento irresponsable o doloso de parte de alguna de ellas. En la tragedia en el estadio Cuscatlán, se investiga la sobreventa de entradas, la falsificación de boletos, la falta de organización, la negativa a abrir más puertas para facilitar el acceso ordenado del público y el cierre temprano de los portones, que provocó que gran cantidad de aficionados se quedaran fuera del estadio. Uno de estos factores o la combinación de varios de ellos causó muerte y lesiones. Queda en manos de la PNC, la Fiscalía y las autoridades del fútbol realizar una investigación seria, transparente y creíble para determinar responsabilidades e implementar medidas de fondo, no cosméticas ni propagandísticas.
Lo mismo cabe decir de los accidentes de tránsito. Hace falta un interés real y permanente por hacer cumplir las regulaciones que la ley ya contempla para garantizar el buen estado de los vehículos; se necesitan más policías de tránsito en las calles para vigilar y penalizar a los conductores infractores; se requiere más protección para los peatones y empezar a pensar las ciudades y vías de tránsito más en términos de personas que de vehículos. Y por supuesto, es fundamental que todo conductor sea responsable y asuma lo que significa ponerse detrás de un volante. Manejar con prudencia, respetando a los demás, está al alcance de todos y evitaría muchas de las muertes que ocurren en las carreteras.
Cambiar de actitud, dejar a un lado la irresponsabilidad y el egoísmo, actuar cívicamente y cumplir rigurosamente la ley son pasos esenciales para prevenir y evitar tanto dolor entre las familias salvadoreñas.