"La gente me contaba cómo mataron a sus hijos, cómo los degollaron, cómo les habían mutilado a las mujeres, cómo habían colgado a los cadáveres de un palo (...) Y lo único que se podía hacer era escuchar para que la gente hiciera su catarsis. Habían tenido aquello dentro y oculto tanto tiempo. Cuando terminamos el trabajo de ese día, me entró una profunda depresión". Así recodaba Jon Cortina, en una entrevista realizada en 2000, su experiencia de recolección de testimonios de víctimas de violaciones de los derechos humanos luego del fin de la guerra. Sus palabras reflejan el compromiso pastoral y humano que lo unió con las comunidades campesinas de El Salvador.
El padre Cortina nació en 1934 en Bilbao, España. En 1955 llegó a El Salvador como novicio de la Compañía de Jesús. Posteriormente, viajaría a Ecuador, Estados Unidos y Canadá para realizar sus estudios en Ingeniería, Filosofía y Teología. En 1972 regresó a nuestro país y se incorporó al trabajo de la UCA.
A partir de ese momento, Cortina fue teniendo contacto con la conflictiva realidad salvadoreña y decidió trabajar de lleno en diversas comunidades, como Aguilares —asumiendo la parroquia de esa localidad tras el asesinato del padre Rutilio Grande— y Guarjila —ubicada en el departamento de Chalatenango—.
En 1994, después de la firma de los Acuerdos de Paz, Cortina fundó la Asociación Pro-Búsqueda, dedicada a localizar a niños desaparecidos durante la guerra civil para reunirlos con sus familias. Gracias al trabajo de la organización, se han documentado casi ochocientos casos de menores desaparecidos, de los cuales más de trescientos han sido resueltos.
Todo ese trabajo, legado y vida del padre Cortina fue recordado en una misa realizada para conmemorar el cuarto aniversario de su fallecimiento. La eucaristía, celebrada el 11 de diciembre en la capilla de la Universidad, fue oficiada por el padre Miguel Vásquez. En la homilía, el padre Rutilio Sánchez, sacerdote y amigo cercano de Cortina, recordó que el ingeniero jesuita "supo dar todo lo sagrado para él: su sabiduría, su corazón y su vida".
Por su parte, Vásquez afirmó que Cortina "fue un sacerdote fiel: se dio a la gente y la gente se dio a él", que, además, siempre estuvo "ayudando, animando a que estuviéramos en contacto con los pobres y con sus causas".
Luego de la reflexión, un joven de Chalatenango interpretó una canción escrita para el padre Cortina. Mientras su fina voz entonaba "vives en la gente que te ha amado, vives en nuestros corazones, en este pueblo que te ha llamado ‘campeón entre luchadores’", una serie de fotografías del fundador de Pro-Búsqueda se proyectaba en una pantalla. En las imágenes se apreciaba a Cortina con la gente, conviviendo con las comunidades y trabajando por ellos.
Jon Cortina falleció el 12 de diciembre de 2005, en Ciudad de Guatemala. Pero el amor entre él y los miembros de las comunidades donde residió y realizó su trabajo pastoral sigue vivo. Este vínculo afectivo queda patente en las palabras que Cortina expresó tras el asesinato de los seis jesuitas y dos de sus colaboradoras en la UCA: "Quería regresar (a Chalatenango), porque sentía que Dios me había dicho que debía de ocuparme un poco más de las comunidades, dedicarles más tiempo. Al fin y al cabo, yo estaba vivo por haber estado allá (...). Me acuerdo que me dijo el Provincial: ‘¿Tú te quieres salir?’. ‘No, ¿a dónde voy a ir?,’ le dije. Ya me había encariñado con El Salvador, con su gente".