Era 1972 cuando Salvador Ramírez comenzó a trabajar como empleado único en una instancia nueva de la Universidad: un pequeño taller gráfico que sólo tenía unos pocos mimeógrafos e impresoras pequeñas que servirían para reproducir textos de uso académico. Dos años después, se contrató a Eduardo Stein y, simultáneamente, se adquirió una máquina pegadora de libros que aceleró y mejoró el proceso de reproducción. El sueño de las autoridades de la Universidad de contar con una imprenta propia iba, poco a poco, cobrando realidad.
Pronto, los mimeógrafos fueron sustituidos por máquinas Offset Kord 64, lo que incrementó significativamente la capacidad productiva de la imprenta. Así, la incorporación de este nuevo equipo marcó el primer cambio importante de Talleres Gráficos.
A partir de entonces, todos los aportes intelectuales que la Universidad produce han sido —y siguen siendo— publicados por Talleres Gráficos. "El público nacional e internacional que buscaba información confiable sobre la situación político-social del país comenzó a buscar nuestra producción, porque contábamos con una confiabilidad sumamente grande. Así fue como la Universidad comenzó a promocionarse como defensora de la justicia y la igualdad social", asegura Henry Cardoza, actual director de la unidad.
No obstante, la verdad suele incomodar a quienes se empeñan en ocultarla. Y la contundencia, lucidez y veracidad con que los intelectuales de la UCA se pronunciaron en sus escritos de aquella difícil época provocó que grupos paramilitares reiteradamente pretendieran destruir la imprenta. "Fueron varias las ocasiones en que intentaron hacerle daño a la imprenta. Colocaban bombas o ametrallaban el edificio", recuerda Cardoza.
Debido a eso, ciertas secciones del inmueble han sido construidas de tal modo que soporten ataques con explosivos. Y es que, según el director, no solamente recibían amenazas contra las instalaciones, sino también contra los empleados: "La gente tenía miedo de decir dónde trabajaba, porque si los militares se daban cuenta de que alguien trabajaba en la Universidad, y en concreto en la imprenta, corrían el riesgo hasta de ser asesinados".
"No hay que olvidar que la imprenta revolucionó al mundo, porque puso al servicio del público el conocimiento de los libros, que hasta entonces solo tenían unos pocos privilegiados. Los mártires de la Universidad siempre buscaron hacer justo lo mismo, poner al alcance de todos la información. Yo creo que [...] eso los convirtió en objetivos para quienes no toleran la verdad", opina Cardoza.
Actualmente, el trabajo de Talleres Gráficos es reconocido como uno de los mejores del país. De ello da cuenta la confianza depositada por muchas instituciones nacionales e internacionales, como el Ministerio de Educación, que año con año le encarga la impresión y revisión de resultados de la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES).
37 años después de su fundación, pocos recuerdan el tiempo en que aquel pequeño taller para la reproducción de textos era atendido por un solo hombre. Hoy son una treintena los empleados asignados en administración, ventas y cotizaciones, y producción.
Ya sin el peligro de la guerra, la UCA sigue denunciando las injusticias de nuestra sociedad y aportando al conocimiento de la realidad y sus problemas. Es Talleres Gráficos quien vuelca en papel y tinta esa opción preferencial por los pobres.