Entre el 21 y el 31 de octubre de 1981, en el área rural de los municipios de San Agustín, Jiquilisco y Berlín, ubicados en el departamento de Usulután, murieron asesinadas a manos de la Fuerza Armada más de quinientas personas. La masacre (denominada "de La Quesera" porque a esa localidad pertenecían la mayor parte de las víctimas), de acuerdo a una investigación realizada por Tutela Legal del Arzobispado, estuvo a cargo de un numeroso contingente de efectivos militares pertenecientes a los batallones Atlacatl y Atonal, Guardia Nacional, Defensa Civil, Quinta y Sexta brigadas de Infantería, y Fuerza Aérea Salvadoreña.
Los lugares afectados por el operativo fueron los cantones Linares Caulotal, Valle Nuevo, Linares Montañita y La Quesera, de la jurisdicción de San Agustín; Las Piletas y Las Delicias, de la jurisdicción de Berlín; y San Juan Letrán, San Marcos Lempa, San Pedro y Bolívar, de la jurisdicción de Jiquilisco.
Los testigos manifiestan que las mujeres jóvenes y adultas, antes de ser ejecutadas, fueron abusadas sexualmente; otras fueron ahorcadas con los cordones de sus delantales y algunas fueron lanzadas desde los helicópteros a las aguas del río Lempa. La presencia de los soldados, el sobrevuelo constante de los helicópteros y los asesinatos masivos obligaron a los pobladores a abandonar sus hogares para encontrar refugio en cuevas y montañas.
En noviembre de 2004, un equipo argentino de antropología forense realizó una serie de exhumaciones que permitieron recuperar los restos óseos de al menos 41 personas. Los exámenes determinaron que las víctimas habían perecido a causa de lesiones provocadas con armas de fuego y artefactos explosivos, como granadas o morteros.
A veintiocho años de esta masacre y con el propósito de recordar las vidas de las personas ahí asesinadas, la Pastoral Universitaria ofreció una misa el 28 de octubre, en la capilla de la Universidad, que fue oficiada por el P. Dean Brackley.
Durante la homilía, el párroco explicó que si bien las masacres son "obra de muerte y destrucción", es importante recordar que a pesar de esto "lo que celebramos es el trabajo de construcción de parte de Dios", el cual se manifiesta en el "trabajo fiel y constante (...) y en ese buscar perdón, que es la obra de aquella fuerza que ningún pecado puede parar".
Así, mientras los restos de las personas identificadas yacen enterrados en el cantón La Quesera, de Usulután, en la UCA estudiantes, empleados y miembros de la comunidad universitaria recordaron a estas víctimas inocentes con flores, velas y oraciones.