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Desde la toma de posesión, el Presidente electo tuvo que marcar límites a su equipo de gobierno. La primera vez que lo hizo fue con Gerson Martínez. A partir del 1 de junio, Mauricio Funes ha descalificado las declaraciones públicas de algunos de los miembros de su gabinete. Pero desde hace unas semanas es el vicepresidente, Salvador Sánchez Cerén, quien acapara la atención de los medios. Primero, por su intervención en el Encuentro Internacional de Partidos de Izquierda, en donde comprometía al país a abrazar el Socialismo del Siglo XXI. Después, por la reforma educativa y la juramentación del Consejo Nacional de Educación. Posteriormente, la Ministra de Salud se ha desvinculado de la propuesta de Sánchez Cerén de "copiar" el modelo cubano de salud. Y, por último, el Vicepresidente afirmó que Funes estaba analizando una posible incorporación de El Salvador al ALBA.
Cada interpelación de Funes pareciera un intento por dejar claro quién lleva "la voz cantante" del Gobierno. Sin embargo, desde afuera, podría dar la impresión que entre Funes y algunos de sus ministros hay una completa descoordinación y ausencia de coherencia, lo que obliga al jefe de Estado a enmendar diariamente lo que aquellos afirman o proponen. Ningún Gobierno está exento de roces internos y desacuerdos entre sus altos funcionarios, pero por lo general estas desavenencias se ventilan internamente y la población solamente se entera si se destituye al funcionario. En El Salvador, se está convirtiendo en pan de cada día desayunar con encabezados sobre un nuevo "desacuerdo" en el Gobierno
Ante esto, vale la pena preguntarse ¿qué hay detrás de los constantes desencuentros entre Funes y funcionarios de gobierno miembros del FMLN? Una primera hipótesis podría ser que los grandes medios de comunicación masivos saben sobredimensionar este tipo de noticias, aprovechándolas en función de los intereses que representan. Así, su estrategia consistiría en dosificarlas para sacar una por día con el fin de proyectar una imagen caótica del Gobierno. Por otra parte, y partiendo de la base de que llegar al Gobierno por primera vez y, además, en alianza con alguien de fuera del partido es bastante complejo, una segunda hipótesis es que se estaría dando un proceso natural de adaptación que durará hasta que el funcionamiento de la administración pública en su conjunto se afine y las competencias de cada quien se definan mejor.
Una tercera hipótesis es que realmente existe una pugna de poder —que divide al FMLN y al Presidente— al interior del Gobierno. Esta hipótesis es la que ha querido explotar políticamente la derecha para hacer creer que quien gobierna el país es el FMLN y no Mauricio Funes. Muy seguramente hay roces, como en toda relación de poder, pero sería muy ingenuo subestimar la habilidad política de estos dos actores y creer que no han calculado el impacto que causa ventilar públicamente sus asuntos.
De ahí que la cuarta hipótesis sea la de un "acuerdo" entre el Presidente y el FMLN para cumplir cada quien con sus objetivos. Mauricio Funes, por su parte, estaría enviando señales para reafirmarle al electorado de izquierda no afín al FMLN, de centro e incluso de derecha, que quien toma las decisiones sobre el rumbo del gobierno es él. Esto genera cierta tranquilidad, aun entre el sector empresarial que dice confiar en Funes para dirigir el país por el camino "correcto". Por su parte, el FMLN estaría tratando de diferenciarse de la gestión del Presidente, enviando un mensaje claro a sus bases para recordarles que no han olvidado su propósito y su proyecto político.
