Sobre el golpe de Estado de Honduras —historia aún no concluida y condenada por la OEA, la ONU y muchos otros organismos— se ha escrito en abundancia en nuestro país. Los grandes medios de comunicación, sus editorialistas y los gremios empresariales tradicionales casi han aplaudido lo sucedido en el hermano país; Arena está casi por cambiar la frase de su himno "El Salvador será la tumba en donde los rojos terminarán...", por la de "Honduras será la tumba donde el expansionismo chavista terminará...". A ellos no les cuesta cambiar su falso nacionalismo; dos días de cierre de fronteras fueron suficientes para que demostraran que el atropello a la democracia y al Estado de derecho no les interesa: su queja principal fueron los negocios y millones de dólares (un poco inflados, por cierto) que perderían con esta medida de presión política adoptada por los países del CA-4.
Por supuesto, los gremios empresariales recurrieron inmediatamente a señalar su "preocupación" por la pérdida de empleos y la especulación de precios y el desabastecimiento de las verduras para la población. Todo esto con el cuento de sembrar miedo y alimentar la idea en la población que solo ellos pueden dirigir con sensatez al país. Se olvidan que sus 20 años en el poder fueron suficientes para demostrar su incapacidad para mejorar las condiciones socioeconómicas de la mayoría de la población. Si algo muestra el cierre de dos días de la frontera con Honduras es la mala gestión que realizó Arena en el sector agrario, lo que ocasiona que actualmente el país no tenga capacidad para brindar seguridad alimentaria a la población de manera autosostenida. Si algo debería subsidiar el nuevo Gobierno es la producción agrícola, para dejar de llorar cada vez que nuestros países vecinos están en problemas, como lo que ocurre ahora con Honduras.
De lo que recuerdo, estos grupos empresariales han estado siempre en el poder y lo que menos les ha interesado es el trabajador como persona humana. Premian al "empresario del año", pero el trabajador que deja su vida en las empresas pasa desapercibido y espera una jubilación incierta. Para ellos, solo dar empleo es suficiente, sin importarles si este empleo es decente, digno y de calidad. Su responsabilidad social llega hasta patrocinar uniformes y balones de fútbol, o a plantar algunos arbolitos. Si de verdad les preocupa el empleo de los salvadoreños, habría que preguntarles si están dispuestos a subir el salario mínimo. Aunque de seguro pondrían el grito en el cielo aduciendo que las empresas quebrarían, que las inversiones se detendrían, y todo tipo de argumentos que únicamente les sirven para seguir disfrutando del ya poco escuchado —pero aún vigente— "sistema de libertades".
Por el lado de los politólogos y escritores de izquierda, el golpe de Estado ha servido para sacar sus angustias y temores de un retroceso en lo que llaman "avances democráticos logrados en los últimos años", a tal grado que sienten que en Honduras se libra la gran batalla por la autodeterminación de los países latinoamericanos. ¿De qué democracia hablan y escriben? Este sobredimensionar el problema hace que no sean tolerantes ante ideas distintas; por ejemplo, decir que Chávez u Ortega no están haciendo las cosas bien en Venezuela y Nicaragua respectivamente, es casi una herejía, inmediatamente se descalifica al que lo hace. Se les olvida que la plena democracia permite la diferencia de ideas y el respeto de las mismas; más aún en nuestro país, en el que la polarización política hace que la mitad de la población piense de manera distinta a la otra. Creo que en El Salvador es importante reflexionar sobre este tema (la libertad de expresión) cuando estamos tratando de construir una democracia plural y se tiene mucha esperanza de cambios con el Gobierno del presidente Funes.
La "batalla de las ideas", como dice Fidel Castro, es clave en estos momentos, sin olvidar o perder de vista que en la diversidad de pensamientos se encuentra la solución a los problemas. Como decía el P. Martín-Baró, el diálogo es algunas veces doloroso y traumático, pero solo a través de él se superan los problemas bajo discusión. Las posiciones extremas no ayudan; más bien destruyen. En términos matemáticos, en nuestro país lo que se necesita es que los vectores de las posiciones de derecha y de izquierda se sumen para que el vector resultante sea de mayor magnitud en calidad de ideas y soluciones, y en la dirección correcta hacia el desarrollo sostenible del país con justicia social y equidad.