En interés de todos

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Editorial UCA
07/03/2018

Los hombres y las mujeres son diferentes, es una realidad. Diferentes biológica, fisiológica y conductualmente, por ejemplo. Pero ello no justifica ningún tipo de relación de subordinación, menosprecio y trato desigual entre ellas y ellos. Hombres y mujeres tienen la misma dignidad intrínseca y, por tanto, los mismos derechos. Empero, la cultura patriarcal y machista ha impuesto roles diferenciados en función del género, basados en una supuesta superioridad del hombre sobre la mujer. Esta cultura, aún prevalente en nuestra sociedad, mantiene relegada a la mujer, en situación de sometimiento.

Los datos son elocuentes a este respecto. En el país, apenas un 50% de las mujeres participan en actividades laborales remuneradas, frente al 80% de los hombres. En promedio, las mujeres reciben mensualmente 56 dólares menos que los hombres, o en otros términos, un 82% del salario de estos. Además, el 70% de las salvadoreñas se dedican a labores de cuido o los mal llamados “quehaceres domésticos” sin ningún tipo de remuneración; labores que ni siquiera son entendidas como un trabajo formal, pese a que son esenciales para la sociedad. Un dato más: solo el 12% de las mujeres son propietarias, y esta proporción disminuye año con año.

Sin embargo, tanto a nivel nacional como internacional, crece la conciencia y el movimiento por los derechos y la igualdad de las mujeres. El acoso sexual, la violencia y la discriminación contra ellas ya no pasan desapercibidos, llegan a los titulares de los medios de comunicación, son parte del discurso público, y, en consecuencia, crece la determinación a favor de un cambio, a favor de la cero tolerancia ante este tipo de comportamientos. Ciertamente, las mujeres son las protagonistas de esta lucha y sus avances, pero cada vez encuentran más aliados entre los hombres, que saben que con ellas ganamos todos.

Así lo entiende el Secretario General de las Naciones Unidas. Y por ello vale citar parte de su mensaje para el Día Internacional de la Mujer, que se celebra cada 8 de marzo:

Nos encontramos en un momento decisivo para los derechos de la mujer. Las desigualdades históricas y estructurales que han dado lugar a la opresión y la discriminación están saliendo a la luz como nunca antes. Desde América Latina hasta Asia, pasando por Europa, en las redes sociales, los platós de cine, las fábricas y las calles, las mujeres están pidiendo que se produzca un cambio duradero y que no se toleren ni las agresiones sexuales ni el acoso ni ninguna clase de discriminación. 

Conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres y las niñas son tareas pendientes de nuestra época y constituyen el mayor desafío en materia de derechos humanos del mundo. [...]

La igualdad de género tiene que ver con los derechos humanos, pero también redunda en interés de todos: hombres y niños, mujeres y niñas. La desigualdad de género y la discriminación contra la mujer nos perjudica a todos. Ha quedado de sobra demostrado que invertir en las mujeres es la forma más eficaz de que las comunidades, las empresas e incluso los países prosperen. La participación de la mujer hace que los acuerdos de paz sean más sólidos, que las sociedades sean más resilientes y que las economías sean más pujantes. Normalmente, cuando se discrimina a las mujeres es porque hay prácticas y creencias de por medio que nos perjudican a todos. En cambio, las licencias de paternidad, las leyes contra la violencia doméstica y la legislación que favorece la igualdad salarial nos benefician. 

En este momento decisivo para los derechos de la mujer, es hora de que los hombres apoyen a las mujeres, las escuchen y aprendan de ellas. Es primordial que haya transparencia y rendición de cuentas para que puedan alcanzar todo su potencial y nos ayuden a todos a prosperar en la comunidad, la sociedad y la economía.

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Anónimo
18/03/2018
11:50 am
Hay algo más que también debe tomarse en cuenta: culturalmente las mismas mujeres ven este sometimiento hacia el hombre como algo natural. Ya tienen en su mente que la esposa y los hijos deben rendirle culto a su padre, aunque éste cometa actos de maltrato hacia ellos. Se dan casos en que son los vecinos, los maestros, los amigos los que se encargan de denunciar maltratos de un vecino prepotente. En el caso de las mujeres muy pobres, pueden saber que su marido abusa de su hijastra y lo callan porque siendo el violador el proveedor económico, implicaría la cárcel para quien comete dicha falta, y faltaría el dinero del que está en prisión para el sostenimiento de la familia, y mejor prefieren no denunciar. La situación es también patética para las empleadas domésticas, quienes sufren del acoso de un hijo e inclusive del esposo de la señora de la casa. Si en Hollywood, las artistas denuncian acoso de los directores, como no será en otros sectores.
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Anónimo
08/03/2018
07:05 am
Marcelo, ¿qué culpa tenemos todos de que su mamá no lo quiera? Por favor, prívenos del tormento de sus comentarios. Gracias. Buen día
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Anónimo
07/03/2018
22:15 pm
Este artículo parece haber sido escrito por alguien que no conoce nada de estadística, ni de biología. Parece que sólo han importado las mismas mentiras de primer mundo. Las mujeres son la clase más privilegiada de toda la sociedad. Por eso les sobra el tiempo para hacerse las víctimas.
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