Desde hace años, las encuestas de opinión pública señalan a los partidos políticos y a la Asamblea Legislativa como las instituciones que ocupan los últimos lugares de la confianza ciudadana. Y ello es signo de un grave problema en el sistema democrático salvadoreño. Pero esto no se debe a que la población haya perdido la fe en la democracia en general; más bien la ha perdido casi por completo en uno de sus principales actores, los partidos. Según la última encuesta del Iudop, casi el 60% de los encuestados está de acuerdo con que la democracia puede existir sin los partidos.
Sin duda, este escenario desincentiva la participación en la vida política nacional. No es casualidad, por tanto, que se registren altos niveles de abstención en los procesos electorales. A lo largo de la posguerra (los años de la paz y de la construcción de la democracia), se ha dado un fenómeno contrario al esperado. Hace 25 años, la democracia era uno de los mayores anhelos de la población; se creía que a través de ella se podrían resolver los problemas del país. Actualmente, una buena parte de los salvadoreños ha perdido interés en la política y, en consecuencia, la mayoría de partidos ha visto mermar el número de sus militantes.
El panorama, pues, pinta poco halagüeño. Pero todavía es posible un cambio, sobre todo si lo empujan las bases partidarias y la sociedad civil organizada. La militancia tiene ahora la gran oportunidad de influir en su respectiva organización debido a la obligación de los partidos de definir a los candidatos mediante elección interna. En otras palabras, en teoría, serán los militantes, no las cúpulas, quienes elegirán a los futuros candidatos a alcaldes, diputados, vicepresidente y presidente. Seguramente, por la tradición partidaria autoritaria, las dirigencias intentarán que sean sus allegados —aquellos que gozan de su plena confianza y que no cuestionan su poder— los que resulten elegidos para competir por los cargos de elección pública. Pero la oportunidad está servida para que las bases combatan esa nociva tendencia y escojan a los mejores candidatos.
Hasta ahora, las militancias no han ejercido su poder. Las elecciones internas para elegir a las autoridades de los partidos no han conducido a la renovación requerida para que los mismos respondan mejor a las demandas e intereses de la ciudadanía. Se requiere de una clase política más cercana a la gente, que goce de una mayor confianza de la población, que sea capaz de entender y responder a los problemas de los salvadoreños, que tenga una verdadera vocación de servicio público. Gente así hay en nuestro país: está al frente de directivas comunales, organizaciones no gubernamentales, comités de iglesia, grupos juveniles, etc. Ellos han mostrado con creces capacidad de empatía y de servicio para que sus compatriotas tengan una mejor vida y gocen plenamente de sus derechos.
La mayoría de los partidos políticos ya han dado el banderillazo de salida a los procesos electorales internos para escoger a sus candidatos para las alcaldías y diputaciones de las elecciones 2018. Es la hora de que aquellas personas que tienen otra visión de la política, que piensan de forma distinta a las cúpulas, que creen en la democracia y que desean servir al país presenten sus candidaturas para ocupar esos puestos. Además, por equidad y para insuflar nuevos aires en la caverna machista en la que habita la mayoría de los políticos, es necesario que más mujeres compitan en las internas e intervengan en la política. Y, por supuesto, es clave que la militancia, la única que podrá participar en la elección interna, haga valer su poder y escoja a los mejores entre los suyos para cambiar el rostro avejentado y deforme de la política nacional, en bien de todos.