El Observatorio de Violencia contra las Mujeres, de la Organización de Mujeres por la Paz (Ormusa), contabiliza 149 mujeres asesinadas entre marzo de 2022 (mes en que se instauró el régimen de excepción) y agosto de este año. El dato proviene de dos fuentes: de cifras oficiales publicadas por el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública entre marzo y junio de 2022; y ante la falta de información pública, del monitoreo de las notas publicadas por medios de comunicación entre julio de 2022 y agosto de este año.
Al hacer una rápida revisión de medios no oficiales de comunicación se pueden encontrar noticias como las siguientes: en enero de este año, una mujer murió a consecuencia de una puñalada en el cuello; en abril, una mujer de 55 años fue asesinada por su pareja; en mayo, un joven de 25 años mató a pedradas a su novia de 22 años porque ella quería terminar la relación; en junio, una mujer fue asesinada a machetazos por su pareja y otra perdió la vida a causa de un disparo en la cabeza; en agosto, una mujer de la tercera edad fue asesinada con arma blanca; el 1 de septiembre, la PNC reportó la muerte de una joven de 29 años, quien presentaba varios golpes y una herida en la muñeca derecha.
En contraste con estas noticias, en el último sondeo de opinión pública del Iudop, el 71.2% de la población encuestada considera que la situación de las mujeres ha mejorado durante el sexto año de gobierno de Nayib Bukele, un 9.4% opina que ha empeorado y un 15.3% dijo que continúa igual. Si bien es cierto que las cifras de feminicidios y muertes violentas de mujeres han disminuido desde la instauración del régimen de excepción, eso no significa que las salvadoreñas estén a salvo. De hecho, tomando como base los datos de Ormusa, se calcula un promedio anual de 37 asesinatos de mujeres desde la aprobación del régimen de excepción. ¿Por qué, entonces, siete de cada diez salvadoreños estiman que la situación de las mujeres ha mejorado?
Una respuesta a esta interrogante puede encontrarse en la relación entre el uso de los medios de comunicación y la formación de la opinión pública. En este sentido, según el pensador estadounidense Walter Lippmann, las personas hacen un mapa cognitivo de la realidad a partir de elementos provistos por los medios de comunicación, que brindan información más amplia que la que se puede obtener de manera directa. Así, se puede influir en la opinión pública seleccionando qué temáticas presentar a la población como relevantes; una selección que responde a intereses de grupos de poder. A esto se le llama agenda setting o fijación de la agenda.
En el caso de El Salvador, la población se encuentra bajo la influencia de una fuerte maquinaria de propaganda gubernamental (que incluye medios de comunicación propios), la cual no escatima recursos para dar a conocer el quehacer del Ejecutivo. Esta maquinaria fija la agenda de la opinión pública, dejando fuera todo tema que perjudica la imagen del oficialismo. Al respecto, un dato revelador se obtiene al realizar un análisis de las personas que consumen noticias y de las fuentes de donde las obtienen. Según la encuesta del Iudop ya mencionada, el 77.3% de las personas que dicen consumir información sobre el quehacer de Bukele una o dos veces por semana y el 79.3% de los que reconocen que rara vez consumen noticias de medios no oficiales opinan que la situación de las mujeres ha mejorado.
Al revisar las noticias que en sus cuentas en Facebook publicaron los medios oficiales y la prensa tradicional en las primeras semanas de septiembre, se observa que dos diarios tradicionales dieron a conocer que 18 mujeres fueron asesinadas entre el 1 de enero y el 18 de septiembre de este año, y que en agosto sucedieron dos feminicidios que no se vieron reflejados en las estadísticas que la PNC reporta. En estas noticias se dieron a conocer datos como la edad de las víctimas, el tipo de arma utilizada contra ellas, el distrito donde sucedieron los crímenes y el arresto o no de los sospechosos de cometerlos. En cambio, los reportes brindados por el diario oficial no se centran en los hechos relacionados con los crímenes, sino en la eficacia policial para capturar a los victimarios. Acorde con la propaganda sobre el éxito del “modelo de seguridad” del Gobierno, esta perspectiva comunicacional destaca que si alguna mujer es asesinada, su crimen no quedará impune, pues los autores serán entregados a la justicia.
En un país con una cultura machista y violenta profundamente enraizada, este enfoque para tratar la problemática de los feminicidios debería generar honda preocupación, pues bajo el consuelo de que todo delincuente acaba preso, de que todo feminicida recibe su justo castigo, se deja de lado la necesidad de prevenir la violencia contra las niñas y mujeres, atacar las causas del fenómeno, desmontar la cultura que lo justifica.