Dedicación, esfuerzo y compromiso con El Salvador

Josué Arana describe a su familia como “un centro” del que nacen los valores que lo impulsan. Su papá es mecánico y trabaja en el área de la construcción; su mamá se ha dedicado por completo a él y a sus dos hermanos.

Al inicio de sus estudios en la UCA, en Arquitectura, su papá le ayudaba a pagar las mensualidades. “Por su trabajo, pasa asoleándose bastante; y yo sentí que debía ayudarle. Él no quería y me decía que siguiera solo estudiando. Pero llegó una oportunidad de trabajar y la tomé. Al final, me acostumbré a estudiar y trabajar a la vez. Cuesta bastante, pero es un esfuerzo que siempre vale la pena. Ahorita, yo me estoy pagando la carrera”, cuenta.

Josué ya egresó y está elaborando su tesis sobre la huella ecológica de los sistemas constructivos. Al cursar esta última fase de su educación superior, reflexiona sobre la experiencia de elegir la carrera y sobre su formación en la UCA.

Relata que de niño descubrió y desarrolló el gusto por las artes y el dibujo. A pesar de ello, al momento de pensar en su futuro profesional, “iba a cometer un error”: se inscribió en un bachillerato en contaduría. Pero, al final, luego de pensarlo mejor, optó por cursar un bachillerato en arquitectura.

Por tanto, al iniciar los estudios universitarios, ya sabía que le gustaba la arquitectura y decidió seguir ese camino. “Fui a ver a diferentes universidades y el pensum de la UCA fue el que más me gustó. También me gustó el espacio de trabajo, que, en comparación con otras universidades, es superbueno. Lo que me atrajo del pensum es que enseñan programas para estar siempre a la vanguardia; y creo que eso es lo que me ha ayudado a ir laborando”.

De su paso por la UCA destaca la formación en comunidad y la labor de acompañamiento de los docentes: “Sé que puedo ir a pedirles consejos; no son arquitectos egoístas en sus conocimientos. Y si ellos me han regalado conocimiento sin problemas, por qué no voy a darlo yo también”. En la misma línea, reconoce la fraternidad que se experimenta entre los alumnos. “Nos ayudamos como compañeros; y es satisfactorio sentir que el conocimiento no se queda guardado, sino que se da”.

Luego de graduarse, buscará especializarse en arquitectura bioclimática, paisajismo o en algún área que ayude a disminuir el impacto negativo de las construcciones en el medioambiente. Le atrae más el diseño, porque con este, asegura, “se puede solucionar la vida de alguien”. “Muchos arquitectos solo diseñan para que un espacio sea funcional. No tiene que ser así; se tiene que diseñar pensando en la persona”, afirma.

En sintonía con esta forma de entender el rol del arquitecto y su inclinación por el diseño que tiene como centro al ser humano, Josué decidió participar en el Premio Vivir en Concreto 2017, dirigido a estudiantes universitarios de arquitectura, construcción o ingeniería civil de Iberoamérica y el Caribe. Cada participante tenía que presentar una propuesta de construcción de vivienda de interés social que tuviera al concreto como material principal.

51 propuestas, de 35 universidades de 12 países de la zona, se presentaron al concurso. Josué ganó el primer lugar. El jurado evaluador estuvo compuesto por expertos de países como Perú, México y Costa Rica; y representantes de las instituciones organizadoras del concurso: la Federación Interamericana del Cemento (que aglutina a la gran mayoría de empresas productoras, institutos y asociaciones de cemento de América Latina, el Caribe, España y Portugal) y la Federación Iberoamericana del Hormigón Premezclado (institutos, asociaciones y empresas de Iberoamérica con actividades en el hormigón premezclado). De acuerdo a Josué, le motivó a participar “la temática y el hecho de poder crear algo digno en el tema de vivienda social”, pues “es un área de interés para el país”.

El proyecto que presentó a concurso y con el que lo ganó es una vivienda conformada por tres cubos de concreto que forman las paredes, el piso y la cubierta. “Normalmente, imaginamos una casa a cuatro paredes y un techo a dos aguas. Pero se pueden crear cosas innovadoras con pocos materiales. Me basé en la arquitectura minimalista de Mies van der Rohe, quien tenía una frase bien peculiar: ‘Menos es más’. Así fue como empecé a elaborar los criterios del proyecto”.

El diseño, dice Josué, “es sencillo” y su principal característica es que mezcla el bambú con el concreto. “La buena arquitectura, siempre nos lo han dicho acá [en la UCA], va más allá. A partir de eso, he buscado que cada espacio sea diferente: desde puertas corredizas y paredes de bambú, hasta cómo entra la luz y la ventilación, y cómo se siente el espacio. La verdad, me emocioné al crear esta vivienda, porque la pienso como si yo fuera a vivir ahí. No porque es para gente de escasos recursos voy a limitar el diseño, a dejarle una ventana pequeña o crear espacios reducidos; la idea es que puedan tener algo que valga la pena”.

La experiencia de participar en el concurso también le permitió ser autocrítico con su propio trabajo. “Al principio me costó creer que podía quedar en el primer lugar, porque empecé a evaluar cosas del proyecto que podía haber hecho mejor o de otra manera. Eso es lo bueno de los catedráticos: enseñan que aunque uno tenga un proyecto bueno, siempre hay algo que se tiene que modificar”.

Por haber ganado el primer lugar del concurso, Josué viajará a Brasil en noviembre para presentar su proyecto en el II Congreso Iberoamericano de Vivienda; y se le otorgará una beca completa para estudiar una maestría internacional en línea con titulación de la Universidad Politécnica de Cataluña o de la Universidad Internacional Isabel I de España.

“Mi idea es ir a estudiar a otro país. Pero no quedarme allá, sino regresar a mejorar El Salvador. Una vez leí que si uno no hace nada por cambiar su país, no merece vivir en él”.