Dejar a la familia, a los amigos, a su ciudad; altos costos; miedo a un país desconocido... son algunas de las razones por las cuales muchos de los estudiantes no se animan a participar en un intercambio estudiantil. Pero quienes lo han hecho aseguran que todos esos sacrificios valen la pena.
"No me gustaba desde un principio estar los ocho semestres en la universidad, yo quería una experiencia en otra ciudad... siento yo que es parte de una formación integral", dice José Luis Vial, estudiante de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Iberoamericana de Nuevo León (México), y quien actualmente se encuentra en la UCA para cursar un semestre de su carrera.
A sus 22 años y con mucho entusiasmo, Vial llegó a El Salvador el 1 de enero sin tener a ningún familiar o conocido cercano en el país. "Sólo el típico amigo del amigo", apunta. Los jóvenes se encuentran con emociones encontradas al llegar al "nuevo hogar"; la ansiedad y el miedo parecen ser sus primeros compañeros. Pero esto es superado en el primer día de clases en la nueva universidad.
"El primer día de clases yo iba emocionado por estar en una gran universidad, todo bien limpio, bien cuidado, todo perfecto. Incluso los vigilantes parecen esos que andan cuidando a los artistas, así con saco y corbata", relata, entre risas, Juan Arnulfo Chavarría, estudiante de Ingeniería Eléctrica de la UCA que tuvo la oportunidad de estudiar un año en la Universidad Iberoamericana del Distrito Federal (México).
Los retos que enfrentan los estudiantes de intercambio son muchos. Uno de ellos es lograr adaptarse, no solo social o culturalmente, sino académicamente. "En el ámbito académico me logré adaptar con facilidad", asegura Chavarría, quien tenía una meta clara: "Yo me fui con un objetivo, que era aprender robótica... y llegué y aprendí lo que quería aprender".
Y es que ampliar los conocimientos y conocer diferentes culturas es uno de los motivos que impulsa a los estudiantes a participar en el intercambio estudiantil. Además, admiten la necesidad de conocer otras realidades. "Es importante salir de la burbuja en la que muchas veces estamos metidos los universitarios. Un cambio favorece a la apertura", afirma Vial.
Precisamente con el propósito de enriquecer la preparación académica, 31 instituciones, todas pertenecientes a la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL), firmaron en 1999 un convenio en el que se comprometieron a promover y facilitar el intercambio de estudiantes. Este acuerdo "es el motor del programa de intercambio", asegura Mario Dimas, jefe de la Dirección de Desarrollo Estudiantil de la UCA (DiDE), unidad encargada de ejecutarlo.
Según Dimas, la dinámica del intercambio permite que "nosotros podamos proponer que un estudiante de la UCA, de cualquier carrera, pueda viajar a alguna de estas universidades, y que también (...) seamos receptores de estudiantes de universidades de la red AUSJAL".
La UCA ha participado de ambos procesos. Desde que en 2004 se echó a andar formalmente el programa de intercambio estudiantil, ha enviado a cinco estudiantes a otras universidades, y ha recibido a dos.
De acuerdo a Dimas, "el tema de los intercambios (en la Universidad) implicaba un cambio de mentalidad institucional (...). Su administración es otra manera de pensarlo, y, por lo tanto, hemos tenido que preparar las bases para que tenga un reconocimiento académico lo que los jóvenes estudian allá".
Lo cierto es que, hasta este momento, los resultados han sido positivos. A tal grado que los alumnos de la UCA se han destacado en las universidades extranjeras. "Se ha reconocido que los estudiantes de la UCA tienen unas buenas bases y que se han sabido desempeñar académicamente en la universidad de destino", afirma Dimas.
El crecimiento académico que logran los estudiantes es importante. Pero también la experiencia del intercambio les deja aportes personales que marcan sus vidas. "Aprendés a amar a tu patria. Yo creo hay dos tipos de personas que se van del país: uno que se va y dice ‘no regreso’, y otro que dice ‘mi país está mal, por qué no ayudarlo’. Creo que me voy más hacia ese lado. Me fui, aprendí algo nuevo y ya que mi país no está bien, técnicamente hablando, ¿por qué no eso que aprendí allá no puedo utilizarlo para ayudar un poco a mi país?", comenta Chavarría.
Chavarría aún mantiene esa ilusión de transformar la realidad con los conocimientos que adquirió. Es la misma ilusión que ha traído a Vial a nuestro país: "Hay algo que me encanta y por lo que estoy aquí, y es la conciencia social". En términos similares se expresa Luis Bonilla, estudiante de 5º año de Licenciatura en Economía de la UCA. Bonilla viajará el 5 de marzo a Chile para cursar un semestre en la Universidad "Alberto Hurtado". Sus expectativas son muchas. "Yo voy súper emocionado con aprender, con lograr una amplitud sobre mi carrera. Quiero ampliar mis conocimientos, ver otras perspectivas del mundo de la economía", dice.
Dejar a un lado los miedos es, quizás, el "primer requisito" que deben cumplir los estudiantes de intercambio. Y quienes han conseguido superar el temor inicial no dudan en invitar a otros jóvenes a vivir la experiencia del intercambio. "Que digan el ‘sí’. Que no tengan miedo a la incertidumbre porque es parte de la vida", "¡Que se arriesguen! Vale la pena", expresan Vial y Chavarría, respectivamente.
Para Bonilla el camino apenas empieza, y la nostalgia está ya presente: "Uno dice ‘púchica, dejo aquí mi vida’. Porque sí, uno deja a su familia, amigos... pero no sé, quizás cuando me esté subiendo al avión me voy a dar cuenta de lo que estoy dejando. Pero desde ya te digo que vale la pena", asevera mientras sonríe.
El intercambio estudiantil deja de ser un simple viaje de estudios y se convierte en una experiencia de vida, en la que no solo se intercambian estudiantes, sino también se comparten las metas y sueños de aquellos jóvenes que por aprender están dispuestos a cruzar fronteras.