La guerra de los troles

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Rodolfo Cardenal
11/12/2025

El discurso de los troles de Bukele discurre por la vertiente del insulto, del ataque personal y de la afirmación acrítica de su prédica. Son trampas retóricas para evadir la crítica, desviar la discusión y persuadir irracionalmente. Les pagan por acorralar a los adversarios en lugar de responder a sus argumentos y por contentar a los conformistas y a quienes disfrutan odiando lo diferente.

El insulto, entre más grosero y vulgar, parece más convincente. La agresión verbal menosprecia, humilla y ofende al adversario, pero no desautoriza su opinión. El insulto cumple su cometido cuando provoca al otro y este responde irritado en los mismos términos. La reacción colérica calienta la confrontación y entusiasma a los adeptos, pero no dilucida la verdad del argumento.

El ataque personal busca desacreditar la posición del contrario, arremetiendo contra su personalidad, su carácter o sus circunstancias. Al parecer, el descrédito del mensajero invalidaría el mensaje. El trol lo descalifica por hipócrita. La agresión es exitosa cuando la persona desacreditada se defiende, en lugar de abundar en sus argumentos. De esa manera, ella misma contribuye a desviar la atención de su opinión o crítica. Por muy hiriente que pueda ser, el ataque personal es irrelevante para la validez o la falsedad del parecer contrario.

Los troles a sueldo repiten acríticamente el discurso de Bukele. Basta con que lo haya afirmado para darlo por verdadero o por hecho. Atribuyen a su palabra una omnipotencia humanamente imposible. La firma del convenio con Finlandia para adoptar su modelo educativo les dio pie para afirmar que la educación nacional ya es similar a la finlandesa, obviando las complejidades de un sistema inalcanzable a corto plazo y que, a mediano y largo plazo, exige una reforma estructural radical para la cual no existen recursos. Levantar la voz, incluso gritar, no convierte los deseos en realidad.

Al prescindir de la lógica y la sensatez, los troles corren el riesgo de hacer el ridículo. Carecen de imaginación, de ingenio y de formación para ser originales. Ni siquiera crean buenos memes. Algunos no saben leer y escribir. Su fuerza estriba en la insistencia incansable en un mundo fantástico. En realidad, no se les puede pedir mucho. No tienen educación ni capacidad para comprender los razonamientos del contrario y para formular una respuesta persuasiva. Carecen de perspicacia para encontrar inconsistencias en el argumento del contrario y para responder agudamente.

Tampoco les interesa. No les pagan para eso. Ganan bien por repetirse. Casa Presidencial es poco exigente, paga mucho por poco. Pese a ello, no puede garantizar su fidelidad. El trol expulsado de su nómina se revuelve contra Bukele con la misma convicción con la que hasta entonces lo había defendido.

Es prácticamente imposible entablar una discusión inteligente o relevante con la dictadura. No vale la pena intentarlo. Tampoco caer en la provocación. Los impacientes pierden los estribos y entran al trapo. Al no haber argumento que rebatir, caen en la trampa y reproducen insultos, descalificaciones y reprobaciones,que no hacen avanzar la discusión. Al contrario, enrarecen aún más el clima social. Siembran odios y rencores, desde la otra orilla y, sin pretenderlo, alejan todavía más la posibilidad del encuentro y la reconciliación alrededor de un proyecto de nación, comprometido con la igualdad, el respeto de los derechos ciudadanos y el cuidado del medioambiente.

Sin embargo, la inversión resulta productiva para la dictadura, no por la habilidad argumentativa de estos altavoces, sino por la repetición abrumadora de injurias, difamaciones y trivialidades, y por la placentera comodidad de la fantasía. Muchos se dejan arrastrar hacia el mundo de lo irreal e improbable, donde encuentran una reconfortante sensación de seguridad y bienestar, que los desvincula de la precariedad, las frustraciones y la amenaza de una vida sin futuro.

La pobreza y la vulgaridad de los troles desmerece de un régimen presuntamente interesado en el uso correcto del idioma nacional en el sistema educativo. No puede exigir a la juventud algo que uno de sus principales voceros desconoce. El bajo nivel intelectual, político y ético de la dictadura se traduce en una gestión desacertada, ineficiente y negligente.

Los troles de la dictadura han contribuido a empobrecer la discusión de los desafíos del país y a deteriorar la convivencia. La única reacción legítima es acatar sin más las decisiones de Bukele. Sus órdenes son espléndidas, oportunas y justas. Por tanto, inmejorables e incuestionables. En consecuencia, el desacuerdo, la propuesta alternativa y la disidencia son superfluas.

En El Salvador de Bukele no hay cabida para la diferencia, la disidencia y mucho menos para la oposición. Es el mejor de los mundos imaginables. El descarte, el sufrimiento y la miseria de los excluidos son costos inevitables, compensados con creces por el disfrute, la comodidad y la buena vida de las minorías.

 

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

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