¿Empresas o medios de comunicación?

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YSUCA
19/05/2009

El periodismo se ejerce a través de los medios de comunicación social, y la mayoría de éstos están configurados como empresas que buscan obtener recursos y beneficios en el mundo del mercado. Hablamos del medio como empresa con exigencias muy concretas: rentabilidad, optimización de recursos, éxito financiero.

Que los medios deriven su éxito del mercado puede significar una garantía de independencia y de pluralidad. Independencia frente al poder político, pero también frente a otros poderes económicos y empresariales que pretendiesen imponer sus condiciones o ejercer presiones. Por tanto, en principio, no es necesariamente negativo o perjudicial que los medios estén configurados como empresas. Sobre todo, si son empresas que entienden la competitividad como factor de transformación del interés privado en bienestar colectivo.

La competencia empresarial llevada a los medios debería traducirse en más recursos humanos y técnicos para alcanzar la excelencia informativa, en mejora de la cualificación de sus profesionales, en aumento significativo de su calidad, en mejora de las condiciones laborales de sus trabajadores.

El medio como empresa se vio fortalecido por el éxito pasajero que tuvo tanto el neoliberalismo como la globalización del mercado. Hoy ambos enfrentan una profunda crisis, cuyo impacto parece sentirse en algunos medios de comunicación del país. Al menos esa ha sido la razón que algunos de éstos han dado para los recientes despidos de decenas de sus trabajadores y trabajadoras. El sistema se ha mostrado insostenible y débil en aquello que era su principal argumento: la eficacia del mercado. La influencia empresarial y económica en los medios, en tal sentido, no ha posibilitado lo que prometía: sostenibilidad financiera, independencia política, estabilidad laboral, profesionalización, transparencia ética.

Ante la crisis real o potencial del medio como empresa, hay que recordar la otra dimensión: la empresa como medio. En tanto empresa dedicada a prestar un servicio fundamental a la sociedad, la información y la comunicación, el medio de comunicación está obligado a guiarse por determinados valores éticos: veracidad, pluralidad y respeto al derecho que tiene la ciudadanía a informar, informarse y ser informado. En el plano del funcionamiento interno, ha de contar con mecanismos para garantizar que quienes informan y comunican lo hagan en las mejores condiciones posibles, prestando especial atención a las condiciones laborales y profesionales de los comunicadores.

Cuando el lugar que deberían ocupar los criterios y valores éticos de la comunicación lo ocupan los criterios y exigencias del mercado —buscando, sobre todo, el beneficio económico—, se producen efectos negativos para los mismos medios, para sus profesionales y para el público.

La concepción de los medios como un negocio más induce a pensar a sus propietarios que tienen derecho a intervenir en la elaboración de su producto, sin reparar para nada en el fin de la empresa como medio: en tanto medio, tiene una función pública. En virtud de esa función pública se espera que los medios de comunicación sean libres, responsables y guiados por criterios éticos; que comprendan la comunicación como un servicio que responde a la necesidad que tiene la población de información veraz y de acceso a los medios para su propia expresión. Eso implica, además, prestar atención a las condiciones generales en las que se ejerce la profesión de los comunicadores y responder a las exigencias del público de mejorar la calidad de lo que se ofrece en los medios.

Hoy día, los medios como empresas son más atentos y fieles a las exigencias del mercado que a sus deberes sociales. Son más influenciados por la competencia, la publicidad y por los mismos propietarios que por su responsabilidad social.

El antídoto para contrarrestar este mal consiste en volver al carácter específico de la empresa mediática, ligado a una derecho humano fundamental: el derecho a la comunicación e información. Consiste en establecer un equilibrio, evitando que los criterios del mercado se impongan a los criterios éticos o que éstos se vean postergados por la lógica empresarial, la cual puede resultar perversa para la sociedad y para los mismos profesionales de la comunicación.

Hay que hacer prevalecer la empresa como medio y no el medio como empresa. La comunicación y la información no pueden ni deben reducirse a una mercancía que se produce y se vende. Apelando a la responsabilidad social de los medios es que el Arzobispo ha pedido, recientemente, no sacrificar los empleos de los trabajadores de la comunicación por causa de la crisis financiera. Ha pedido que los propietarios de los medios de comunicación asuman también parte de los sacrificios.

No pretendemos que los medios dejen de ser empresas, pero sí abogamos por que los medios de comunicación no sean sólo empresas y vuelvan a la ética de la empresa comunicativa que les exige responsabilidad social con el público y con los profesionales de la comunicación.

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