Dice Robert Michels que un partido político es, "en realidad, [...] el manantial desde donde parten las corrientes conservadoras que riegan la llanura de la democracia. Circunstancialmente, hay inundaciones desastrosas que hacen irreconocible la pradera". Aunque esta frase fue escrita hace 100 años, tiene especial vigencia en la actual crisis política y jurídica del país, por los daños que a la democracia ha ocasionado la actuación de los partidos políticos (representados en la Asamblea Legislativa) en contra de la Sala de lo Constitucional. Este conflicto ha generado frustración, indignación e incertidumbre en la sociedad, y especialmente en los grupos de interés de derecha.
Si ponemos a la democracia y a la clase política en la balanza, no es la primera la que ha fallado. Hay que volver la vista más bien hacia el comportamiento de las "oligarquías" partidarias, de derecha y de izquierda, las que en su lucha por mantener o aumentar su poder e influencia están destruyendo los pocos avances democráticos del país. Un aspecto que ha quedado muy claro es que a estas oligarquías no les interesa la democracia, sino únicamente velar por sus propios intereses. Están dejando correr el agua en la pradera sin preocuparles las consecuencias. Sin embargo, es oportuno recordarle a la clase política que inundaciones de este tipo ya han ocurrido en otros países con consecuencias irreversibles para la democracia.
Un caso ejemplar es el llamado Pacto de Punto Fijo (1958) entre los partidos políticos venezolanos AD, COPEI y URD. Con este se garantizaba la participación equitativa de los tres partidos en el nuevo gabinete ejecutivo que surgiese de cada elección. Dicho en jerga salvadoreña, con el chanchullo estos partidos venezolanos dieron "estabilidad" a su democracia por varias décadas. A pesar de los arreglos políticos interpartidarios, la democracia de Venezuela empezó a tambalear en los años ochenta y colapsó a finales de los noventa, dando paso al establecimiento de un nuevo sistema de partidos.
En El Salvador, ya hemos tenido casos parecidos al del Pacto de Punto Fijo. La coalición Arena-PCN, que funcionó durante los cuatro períodos en que el primer partido se mantuvo en el Ejecutivo, posibilitó el reparto de puestos y de entidades públicas al antojo de ambos. Algo parecido —aunque con mucha menor intensidad y agresividad— se repite ahora con la coalición FMLN-GANA. Formar coaliciones político-partidarias es lo normal en cualquier sistema político, e incluso la sociedad las valora positivamente cuando el interés que prevalece en la coalición es el de buscar y garantizar el bien común; sin embargo, no es este el caso. En la actual crisis política, lo que está en juego es la posibilidad de que las "oligarquías" pierdan buena parte de sus privilegios. Ante ello, han recurrido a todo tipo de artimañas, como acudir a la Corte Centroamericana de Justicia, que han terminado por inundar la pradera.
De prolongarse este estado de ingobernabilidad, es posible que en el país se creen las condiciones para un reemplazo del sistema de partidos a mediano plazo, como pasó en Venezuela. ¿Serán conscientes de ello los partidos políticos? ¿O asumen que la cuerda se puede estirar indefinidamente, sin romperse? Al respecto, es bueno que los partidos, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, los sindicatos y los grupos de interés inmersos en este conflicto consideren el consejo de Giovanni Sartori: la democracia "es la mejor máquina que se ha inventado nunca para permitir al hombre ser libre, y no estar sometido a la voluntad arbitraria y tiránica de otros hombres. Construir esta máquina nos ha llevado casi dos mil años. Intentemos no perderla". La democracia siempre estará en peligro, pero es tarea de cada sociedad luchar por que se desarrolle de manera plena. Esto, claro está, si la democracia de verdad nos interesa.