Se ha conocido que el mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2018 llevará por título “La verdad os hará libres (Jn 8, 32). Noticias falsas y periodismo de paz”. El propósito del papa Francisco en esta ocasión es contribuir a “la promoción de un periodismo profesional, que busque siempre la verdad y, por lo tanto, sea un periodismo de paz que fomente el entendimiento entre las personas”. Y aunque los contenidos específicos del mensaje los conoceremos hasta enero del próximo año, podemos ahora mismo conectar esta temática con la línea del pensamiento eclesial que Francisco viene desarrollando sobre las comunicaciones, donde el vínculo entre cultura, medios, verdad y paz se torna fundamental para la convivencia social.
En 2014, el mensaje planteaba la necesidad de promover una comunicación que esté al servicio de una auténtica cultura del encuentro. Ahí se declaraba “que los medios de comunicación pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos”. Obviamente, se estaba hablando de una nueva cultura mediática que pone su acento en la comunicación y en el contrapeso a los medios que favorecen la hostilidad y el conflicto, el etnocentrismo y la cerrazón, la desinformación y el encubrimiento.
Este mensaje dejaba planteadas exigencias éticas a la ciudadanía, a los medios y a los profesionales de la comunicación. Tres tienen un carácter enfático: primero, “el mundo de los medios de comunicación no puede ser ajeno de la preocupación por la humanidad, sino que está llamado a expresar también ternura”; segundo, “la neutralidad de los medios de comunicación es aparente: solo quien comunica poniéndose en juego a sí mismo puede representar un punto de referencia”; tercero, “no basta pasar por las ‘calles’ digitales, es decir, simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro”.
En 2015, el mensaje de nuevo se enfocó a considerar la comunicación como una realidad que tiene que ver con la cultura, y no solo con los medios y contenidos. Asume como punto de referencia la familia, y la idea fuerza es que esta es la primera instancia donde aprendemos a comunicar. En consecuencia, se plantea que “volver a este momento originario nos puede ayudar tanto a comunicar de modo más auténtico y humano, como a observar la familia desde un nuevo punto de vista”.
En esta línea, la familia no es un campo en el que se comunican opiniones o se libran batallas ideológicas, sino un ambiente en el que se capacita para comunicar en la proximidad. Un lugar donde se ejerce la narratividad, “donde se aprende que las vidas están entrelazadas en una trama unitaria, que las voces son múltiples y que cada una es insustituible”. De ahí que se le designe como paradigma y desafío de toda comunicación: hay que “volver a aprender a narrar, no simplemente a producir y consumir información […] La información es importante pero no basta, porque a menudo simplifica, contrapone las diferencias y las visiones distintas, invitando a ponerse de una u otra parte, en lugar de favorecer una visión de conjunto”.
En 2016, el mensaje del papa Francisco se tituló “Comunicación y misericordia: un encuentro fecundo”. La idea fuerza del texto es que este vínculo es fructífero “en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad”.
Comunicar con espíritu de misericordia es utilizar el poder de la comunicación al servicio del encuentro y la inclusión. Es tomar en serio las necesidades, angustias y esperanzas del otro. Es situarlo como referente y luz de la comunicación. Y uno de los requisitos fundamentales para que esto sea así es el examen crítico respecto al lenguaje que se usa para comunicar la realidad, que no pocas veces termina encubriéndola o distorsionándola, según favorezca el propio interés o ideología. En este sentido, hay que prestar mucha atención a las siguientes palabras que encontramos en este mensaje del papa:
Hago un llamamiento, sobre todo a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresarse cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio.
Finalmente, para 2017, se escogió el tema “Comunicar esperanza y confianza en nuestro tiempo”. Este mensaje pretende contrarrestar dos posibles enfermedades a las que puede llevar el sistema de comunicación actual: “anestesiar la conciencia” y “dejarse llevar por la desesperación”. Con respecto a lo primero, se afirma que es posible que la conciencia se cauterice debido a que los profesionales, los líderes de opinión y los medios de comunicación desarrollan su actividad lejos de los pobres, lo cual desemboca en la ignorancia de la complejidad de sus dramas y necesidades. Y al referirse a la segunda “enfermedad”, se señala que cuando la comunicación se vuelve espectáculo —más centrada en lo novedoso, insólito y escandaloso— se construyen acechanzas y peligros inminentes que llevan, personal y colectivamente, a la angustia y la desesperanza. El antídoto para ambas es pasar de la ignorancia al saber, de la mentira a la verdad.