En el marco de la semana dedicada a la población migrante, el miércoles 4 de septiembre se realizó en la UCA el seminario sobre "Trata de personas, desplazamiento forzado y política migratoria". La jornada inició con la presentación del documental sobre el caso de Alisson Isela Renderos. Una lucha truncada lleva por título la trágica historia del secuestro y muerte de esta joven atleta, medallista en los juegos estudiantiles que organiza el Consejo del Istmo Centroamericano de Deportes y Recreación (Codicader) y en los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Más que una promesa, esta adolescente, oriunda de San Vicente, era una realidad del deporte salvadoreño. Fue secuestrada el 9 de mayo de 2012 y apareció, veintiún días después, degollada y desmembrada. De este funesto asesinato se conoció a través de las redes sociales y los medios de difusión tradicionales, a diferencia de tantos otros crímenes que se pierden en el anonimato de la impunidad en El Salvador.
Con eso era suficiente para pensar y compartir. Pero además, a renglón seguido y al igual que los años anteriores desde 2002, el Instituto de Derechos Humanos de la UCA reconoció la labor de dos periodistas jóvenes que han contribuido en mucho a la promoción y defensa de los derechos humanos. Uno es Sigfredo Ramírez, quien ha puesto el dedo en la llaga al abordar temas tan espinosos como la situación de los antiguos combatientes de las fuerzas gubernamentales e insurgentes, así como el problema de las pensiones que —de no encontrase una solución pronta y atinada— no tardará en estallar. El otro es Saúl Hernández, quien mañana tras mañana conduce Francamente, la entrevista matinal de TVX, de forma muy bien lograda. Son comunicadores de verdad, que además de informar contribuyen a formar, sin buscar premios, pero trabajando para premiarnos con su esfuerzo.
La mañana finalizó con las exposiciones del Instituto de Medicina Legal, la Fiscalía General de la República y el Idhuca sobre el delito de la trata de personas, el fenómeno del desplazamiento forzado por la violencia y las respuestas estatales a estos problemas generados por la violencia y la impunidad que la sostiene. A pesar de lo impactante e ilustrativo, estimulante y valioso de lo anterior, lo que más destacó durante el evento —según la opinión más o menos generalizada— fueron los comentarios de Rosibel, la tía de Alisson, y de algunos estudiantes que asistieron a la presentación.
Ciertamente, fue una cachetada en el rostro del público presente lo que dijo Rosibel ante las cámaras de Audiovisuales UCA, productora del documental. Obligada a salir del país con su numerosa familia para salvaguardar su integridad física y sus vidas, afirmó: "Tener que dejar todo cuando no somos asesinos, no somos criminales, no somos homicidas, no somos nada... Somos nosotros los que nos tenemos que ir para que queden viviendo tranquilos y haciendo de las suyas los criminales. Ellos tienen que quedarse en el país, porque de ellos es el país. Desde el momento que nos quitaron a Alisson, nos arrebataron el país".
A ese fatídico y contundente mensaje, para conmover e indignar aún más a las personas que lo escucharon, se sumó el motivo que llevó a dos compañeras de estudios de la víctima mortal a entregarla a sus asesinos: ellas querían participar en los juegos del Codicader y Alisson se los impedía. Había, pues, que apartarla del camino. Entre la audiencia, una joven estudiante contó que ella también había soñado participar en esa competencia regional estudiantil. Pero aclaró que en ningún momento, ni por asomo, pensó en recurrir a la violencia para alcanzar su meta. Tan mal está El Salvador que la violencia es la vía para resolver problemas, hacer a un lado los obstáculos y "solucionar" conflictos. Esa fue la reflexión de esta alumna, y a ella se sumaron otros estudiantes que se preguntaron a sí mismos y cuestionaron a los panelistas qué hacer.
El representante del Idhuca les respondió igual que siempre: hay que dejar de creer que del cielo caerá el salvador de El Salvador o que un iluminado surgirá de uno de los partidos políticos, que tanto daño le han hecho al país. Hay que organizarse y organizar a las víctimas de las tres grandes infamias que tienen postradas a las mayorías populares: hambre, sangre e impunidad. A las que lloran la muerte de un familiar, a las que buscan a la hija desaparecida y a las que son extorsionadas; pero también a las que no tienen empleo, a las que no encuentran medicinas en los hospitales, a las que perdieron un ser querido en el trayecto para encontrar en otras tierras lo que acá no tienen...
La estudiante resumió muy bien todo eso en su intervención: "El Gobierno tiene que escuchar la voz del pueblo, pero cómo si no hay voz". En esa línea, ahora, más que una voz de los sin voz —como lo fue monseñor Romero—, se necesita hacer realidad lo que otro mártir salvadoreño, Ignacio Ellacuría, demandó años después: "Que el pueblo haga sentir su voz". Eso es lo que hay que hacer, usando las herramientas disponibles. Una de ellas, con sus posibilidades y limitaciones, es el Idhuca. Allí hay mucho que hacer y pocos recursos. Por eso, alegra y motiva que, al final del seminario, la joven estudiante y otros de sus compañeros se hayan ofrecido a hacer algo para lograr el cambio social, que es la misión de esta universidad.