Las campañas electorales dan inicio el tres de enero del 2018 en el país. A pesar del pacto de no agresión acordado por ciertos partidos políticos, los salvadoreños siguen siendo expuestos a una extrema polarización generada por discursos de odio, miedo, y desinformación durante las campañas.
La apatía de la ciudadanía hacia las elecciones es comprensible. Entre la agresión política de las campañas y los gobiernos pocos capaces de mejorar al país, la ciudadanía ha perdido la fe en el proceso electoral y la esperanza por un mejor futuro.
El pueblo salvadoreño busca una nueva esperanza. Si los partidos políticos, ya sean de izquierda o derecha, son iguales, la única esperanza posible es que aparezcan individuos jóvenes, dentro o fuera de los partidos, dispuestos a sacrificar todo por el país (incluso sus ganancias económicas).
En artículos anteriores hemos discutido la activación de los ciudadanos para exigir que las campañas sean más limpias y que empiecen a basarse en plataformas que expliquen las políticas de cada partido, en vez de agresiones personales hacia otros candidatos. Pero como mencionado, estas prácticas de agresión, tan marcadas en el país, no desaparecerán de la noche a la mañana. Es por eso que la poca esperanza que les queda a los salvadoreños de que las campañas electorales y los nuevos gobernantes sean diferentes, esta puesta sobre los hombros de una nueva generación de políticos.
La nueva generación, a veces estudiados en el exterior, pueden inyectarle a la clase política salvadoreña una nueva manera de hacer política, por medio de diferentes formas de pensar. Al estar expuestos a formas alternas de gobernar, los jóvenes estudiados en el extranjero pueden, al regresar, sugerir que ciertas prácticas sean reformadas para brindarle a la ciudadanía una mejor representación. Aun sin salir del país, los jóvenes pueden reconocer que el mundo está cambiando y que las necesidades de la población de igual manera cambian.
Los jóvenes políticos podrían promover e incorporar discursos basados en evidencia científica, estadísticas, y lógica, en vez de prejuicios y mitos. Si bien no todos los jóvenes políticos tienen la intención de mejorar la clase política, el pensar que por lo menos un par de ellos sí quieren sacar el país adelante, es suficiente para darles esperanza a los ciudadanos salvadoreños en tiempos de desesperanza.
Dos de los nombres más populares al hablar de una nueva clase política son Nayib Bukele y Johnny Wright Sol (sería ideal poder añadir en un futuro nombres de mujeres como Betancourt Simán a esta lista de jóvenes políticos). Sin debatir si ellos en realidad están comprometidos con los salvadoreños, este articulo tiene como enfoque solo cuestionar que clase de esperanza aparece alrededor de estos jóvenes.
Los dos candidatos, Bukele y Wright Sol, uno para las elecciones de 2019 y el otro posiblemente para las legislativas de 2021 junto a su movimiento ciudadano, han demostrado su inconformidad con los partidos a los que pertenecían. Por parte, la salida de los dos candidatos de sus partidos, FMLN y Arena, se alinea con el pensamiento de la mayoría que hasta este momento continúan rechazando a los dos partidos. Al salirse de los partidos tradicionales, los ciudadanos indecisos o determinados a no volver a votar por FMLN o Arena, encuentran en ellos una nueva opción.
Por otro lado, que tan realista es que Bukele y Wright Sol logren solidificar sus nuevos proyectos a tiempo para competir con los dos partidos más grandes del país y sus candidatos. Los partidos políticos necesitan dinero para sus campañas. La competencia en la era de la tecnología, twitter, Facebook, y todo medio visual requiere de una inversión económica significativa.
En Estados Unidos podemos ver que los super PACS (Political Action Committees) apoyan “indirectamente” a los candidatos (ya que este dinero no es entregado al candidato o sus campañas políticas directamente) con recursos económicos ilimitados para desarrollar campañas fuertes, llamativas, y extensas. A pesar que Bukele es reconocido en el campo político como alcalde de Nuevo Cuscatlán y ahora de San Salvador, al igual que pertenece a un estrato social de empresarios que podrían contribuirle, Bukele es el que tiene menos tiempo para recaudar los fondos necesarios para su candidatura e imagen de su nueva fuerza política; esto si sus acciones no son bloqueadas por la clase política. No es imposible, pero si está a contratiempo.
Las personas que no quieren gravitar hacia el FMLN o Arena, encontrarán en Bukele una opción, pero las personas indecisas podrían preferir “lo conocido, que lo nuevo por conocer.” Bukele necesitará un equipo fuerte detrás de él encargado no solo de imagen, pero también de proyección a nivel nacional. Una vez más, esto requiere recursos económicos y humanos movilizados en muy poco tiempo. Por otro lado, Wright Sol, tiene más tiempo para organizarse y aprender de la experiencia de Bukele.
La esperanza en la nueva generación permanece, aun si esta es débil, pero sigue siendo mejor que no tener ninguna. Sería ideal que en un futuro los jóvenes estudiados decidieran quebrar el paradigma del FMLN y Arena y se organizaran para dar a los salvadoreños verdaderas opciones electorales. Necesitamos más candidatas y representantes mujeres que velen por los intereses de las mujeres, o candidatos masculinos que sean aliados de las mujeres; más personas con experiencia política y con empatía; y candidatos con conocimientos fuertes de la política, diplomacia, economía política, y formas de desarrollo. Si bien sentimos que no hay esperanza estas elecciones, comencemos a trabajar para que las siguientes elecciones tengamos más candidatos preparados y dispuestos a mejorar al país.