La interpretación dominante del resultado de las elecciones de diputados y concejos municipales es que el FMLN recibió un voto de castigo. Además, dada la cantidad excepcional de votos nulos y la continuación de la tendencia decreciente en la participación electoral, se habla de un descontento de la ciudadanía con la clase política tradicional. Con este sentido se interpreta también la pérdida de varias decenas de miles de votantes por parte de Arena. Si bien es cierto que este partido aumentó el tamaño de su grupo parlamentario, pasando de 33 a 37 diputados, eso no quiere decir necesariamente que no esté pasando por un proceso de debilitamiento. Este proceso puede que no sea visible actualmente, aunque indicios se pueden encontrar en los conflictos internos que vivió su grupo parlamentario durante la legislatura 2015-2018 y en las declaraciones de uno de los precandidatos presidenciales y una diputada sobre el sesgo de sus recientes elecciones internas.
Si los mencionados hechos los interpretamos en clave generacional, se hace visible un fenómeno político relevante en pleno desarrollo. Se trata de la concurrencia de varias generaciones de salvadoreños. De todas ellas, la generación que en este momento todavía tiene relevancia política está constituida, en su núcleo más joven, por mayores de 60 años y menores de 70. Esta es la generación que se movilizó durante la década de 1970. De ella surgieron los actuales líderes del FMLN y algunos de los de Arena, en tanto este partido fue creado como reacción a la amenaza que la guerrilla representaba para la oligarquía salvadoreña.
En el otro extremo, una generación que está por debajo de los 40 años ha comenzado, desde hace un tiempo, un proceso de movilización política. El núcleo más joven de esta generación tiene hoy entre 20 y 30 años; prácticamente nacieron al finalizar el conflicto armado. La diferencia de edades entre este núcleo generacional, “los menores”, y la generación “de los mayores” es la que está siendo aprovechada por algunos no coetáneos para sustituir a la clase política tradicional.
Mientras para la generación de los mayores de 60 su contexto político vital fue el de la lucha contra el régimen militar autoritario, el de la generación de los menores de 40 ha sido el de la implementación de políticas neoliberales en el marco de un régimen político híbrido, en el que se utilizan las elecciones para decidir quiénes son los gobernantes y luego estos gobiernan autoritariamente. La “huella política” que dichos contextos vitales han dejado sobre estas dos generaciones hace que, siendo contemporáneas, interpreten la política diferencialmente y, dados los cambios tecnológicos ocurridos en el período que les separa, se movilicen políticamente también de forma diferente.
Una tercera generación hay que traer a cuenta. En ella están los que tienen entre 40 y 60 años. De esta generación debieron salir los relevos políticos de los protagonistas mayores de 60 años. Sin embargo, esta generación parece “ausente” de la escena política. Una ausencia que es más dramática en el liderazgo del FMLN que en el de Arena. Y es dicha ausencia la que augura una lenta e inevitable transformación del sistema de partidos salvadoreño, con el surgimiento de nuevas expresiones partidistas gracias a una clara irrupción política de la generación más joven.
* Álvaro Artiga González, docente del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas