Por definición, el parásito se alimenta de las sustancias elaboradas por otro ser vivo, viviendo dentro de él o en su superficie, con lo que le causa daño o enfermedad. Por extensión, la actitud parasitaria consiste en aprovecharse del esfuerzo y del trabajo de otros. Es común que este comportamiento depredador no sea consecuencia de la necesidad, sino del egoísmo y la ambición. Y los aprovechados abundan. Los encontramos en todos los grupos; entre amigos, en el trabajo, en los partidos políticos, en el Gobierno, también en el deporte.
La final del campeonato de fútbol Clausura 2019 se realizará el próximo domingo 26 de mayo. Los precios que se cobrarán han dejado helados a muchos e indignados a otros. La entrada más barata (Sol General) costará 15 dólares y la más cara, $50 (Platea), pagando en todas las localidades los niños mayores de un año. En la región, en estos mismos días, se jugarán o se jugaron las finales del futbol mayor. En cambio oficial de cada país a dólar estadounidense, los precios están así. En Honduras, para el partido de ida de la final entre Motagua y Olimpia, la entrada más barata costará cerca de 8 dólares y la más cara, menos de $25. En Guatemala, en el primer partido de la final entre Malacateco y Antigua realizado el 23 de mayo, Sol General costó más o menos 10 dólares, y la localidad más cara, $25. Incluso en Costa Rica, un país con mayor ingreso por habitante e índices de desarrollo social más altos que los nuestros, la final ganada el 12 de mayo por el San Carlos ante el Saprissa tuvo precios que fueron desde los 7 dólares hasta los $42. México es el único país donde el precio más barato de la final de futbol es prácticamente el mismo que en El Salvador. Los precios para el partido de ida entre Tigres y León van desde los 15 dólares, aproximadamente, hasta los $90. Conclusión: la final del futbol salvadoreño tiene los precios más caros de Centroamérica.
Dos buenas justificaciones para los altos precios podrían ser que el espectáculo que ofrece la liga local es muy superior al de las otras y que la capacidad económica del salvadoreño promedio es superior al del resto de países de Centroamérica. Pero ninguna de ellas es cierta. La causa que está a la base de la decisión es que el futbol se entiende como un negocio y, como tal, está sujeto a la ley de la oferta y la demanda. Alianza y Águila cuentan con dos de las aficiones más grandes del país. Por tanto, ante una demanda que con seguridad será grande, el precio de los boletos hay que subirlos. En el mercado no hay sentimientos, ni gratitud por una afición que sigue en las buenas y en las malas a sus equipos, mucho menos un gesto de retribución por la lealtad demostrada. El espíritu depredador se ha impuesto sin importar las condiciones económicas de los aficionados. Es la oportunidad de aprovecharse de los demás. Actitud parasitaria, pues.
Hay indignación y algunas protestas, pero seguramente la afición apasionada del futbol y fiel a su equipo terminará colmando el estadio, a menos que milagrosamente se unan para reclamar por estos precios fuera de lógica. Futbolísticamente, la suerte se echará el domingo. Sea cual sea el resultado, y aunque una afición llore y otra ría, habrá un seguro ganador económico: el dueño de ambos equipos, porque, como se sabe, es la misma persona.
* Omar Serrano, vicerrector de Proyección Social.