Hace algunos días, en el marco del proceso judicial sobre la llamada “tregua entre pandillas”, un testigo criteriado declaró que los dos principales partidos políticos salvadoreños (Arena y FMLN) otorgaron dinero a las pandillas con fines electorales. Algunos han puesto en duda la veracidad de las declaraciones del testigo; otros han preferido aprovecharlas para acusar al adversario de negociar con las pandillas y, por tanto, de cometer ilícitos; otros más hacen cálculos para poner a prueba si el triunfo o la derrota electoral realmente estuvo influenciada, y en qué grado si fuera el caso.
Aunque importantes medios de comunicación hicieron eco de aquellas declaraciones, no hay signos de que las instituciones de control político se interesen en las mismas, indaguen por su veracidad y procedan de acuerdo con sus competencias. Especial responsabilidad tiene la Fiscalía General de la República en tanto institución que monopoliza la investigación del delito y en cuanto se trata de las declaraciones de uno de sus testigos en el proceso judicial mencionado. ¿Cómo puede creer en unas declaraciones y no tomar en cuenta otras de parte del mismo testigo? ¿No debería proceder a investigar si es cierto que los partidos políticos dieron altas sumas de dinero a las pandillas?
Por otra parte, los mismos partidos políticos involucrados deberían tomar cartas en el asunto y los dirigentes de los mismos deberían realizar sus propias investigaciones. Por sus declaraciones, sus actuaciones o sus omisiones, los dirigentes partidistas muestran más bien tolerancia, si es que no acuerdo, con prácticas ilícitas. ¿Cuándo veremos que los partidos están realmente interesados en acabar con estas prácticas tanto fuera como dentro de sus filas? ¿Cuándo veremos que los partidos y sus dirigentes están comprometidos con el respeto a la ley, que algunos de sus funcionarios públicos juraron obedecer?
El fin justifica los medios, decía Maquiavelo. Los dirigentes de Arena y el FMLN parecen ser fieles seguidores de dicho planteamiento, el cual han convertido en axioma político. Pero lo grave de este asunto es que la militancia de estos partidos parecieran creer en sus dirigentes a pie juntillas. Una militancia crítica debiera iniciar procesos internos para esclarecer los hechos y adoptar las medidas pertinentes si lo denunciado fuese cierto. Mientras tanto, la mayoría de la sociedad salvadoreña toma distancia de todos estos hechos y más bien confirma sus dudas, sospechas, desconfianza y apatía hacia los partidos, las instituciones políticas y la política en general. Más tarde hemos de cosechar lo que socialmente se ha estado sembrando.