Tenemos nuevo presidente electo. Ahora, hasta la juramentación presidencial, es necesario avanzar en los planteamientos realizados. Se ha prometido mucho, pero no se ha dicho cómo se conseguirá. ¿No es tiempo ya de hablar de una reforma fiscal? Ciertamente, mejorar la educación, implementar planes de atención a la primera infancia, controlar la violencia, lograr que los homicidios bajen a niveles que no signifiquen epidemia y dotar de medicinas a los hospitales públicos exige un presupuesto mucho más alto que el actual. Incluso frenar la corrupción e impedir esa forma de corrupción empresarial que es la evasión fiscal cuesta dinero, pues la corrupción no la frenan personalmente los presidentes, sino los inspectores de Hacienda. El Ministerio de Hacienda tendría que aumentar considerablemente su personal e instrumental técnico para poder enfrentar a tanto evasor de impuestos. Y eso iría también al presupuesto.
Los políticos prometen muchas cosas, pero no hablan de reforma fiscal porque temen la reacción de los empresarios. Toca preguntarse, entonces, quién manda en el país. Es cierto que los empresarios son parte de los poderes fácticos o de hecho. Y hay que dialogar con ellos. Juegan también un papel importante en el desarrollo. Pero un buen presidente, si quiere representar a todo el pueblo salvadoreño, no puede permitir que sean ellos los que manden. Incluso puede verse como preocupante que tres de los cuatro candidatos que participaron en esta elección son empresarios, no políticos. Si hasta ahora los empresarios son los que han forzado un sistema fiscal regresivo que daña más a los pobres, es difícil pensar que uno de ellos irá contra los intereses del grupo. Aunque si fuera inteligente, lo haría. Porque disponer de más dineros para invertir en la gente es la mejor manera de hacer que los países avancen en su desarrollo social y económico. Y a mayor desarrollo económico y social, más ingresos habrá precisamente para las empresas de los económicamente poderosos. Y por eso muchos empresarios del Primer Mundo han aceptado pagar impuestos del 40% o más. La pobreza cuesta dinero, lo mismo que la enfermedad o la exigua y baja calidad educativa. Hacer dinero en base a mano de obra iletrada, violenta, enferma y barata solamente aumenta costos estatales y sume en la desesperación a los pueblos. Tal vez antes se podía hacer riqueza con mano de obra barata porque la ignorancia era excesiva. Hoy esa actitud lleva a la migración, a cometer ilícitos y al abuso de formas de desahogo irracional que solo aumentan los problemas.
Tenemos presidente electo. Es tiempo de comenzar a dialogar en serio sobre el futuro de El Salvador. Todos los estudios internacionales nos sitúan en un nivel de desarrollo medio, que es la forma dulce de mencionar a países con graves problemas sociales, pero que no están en situaciones absolutamente deplorables. Los datos reflejan que somos capaces de avanzar en formas de institucionalidad y diálogo. Pero lo que hasta ahora ha frenado el salto hacia un desarrollo equitativo y justo ha sido la cerrazón de quienes tienen dinero en abundancia y están acostumbrados a ganarlo con mano de obra barata o con corrupción. La facilidad con la que algunos empresarios metidos a políticos aceptaban cheques de complemento salarial sin reportarlos a Hacienda muestra la tranquilidad y naturalidad con la que se mira la evasión de impuestos. Que algunas instituciones patronales defiendan los paraísos fiscales y las empresas offshore muestra a las claras la carencia de ética empresarial de los plutócratas. Se disculpan diciendo que muchos en el Primer Mundo hacen lo mismo. Pero cuando los pobres mueren sin medicina, víctimas de la violencia o emigran en condiciones angustiantes, excusarse en otros solo es hipocresía y fariseísmo.
Estamos llegando al final de una etapa y emprendiendo otra. Es hora de buscar soluciones comunes a los problemas del país. Sin reforma fiscal progresiva y sin mayor inversión en la gente, los problemas permanecerán. Mejorar al ritmo que vamos hasta ahora es continuar empeorando.
* José María Tojeira, director del Idhuca.